domingo, septiembre 23, 2007

EL CIADI

El CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones) es un componente casi desconocido del Grupo del Banco Mundial. Sin embargo, las decisiones que adoptan los tribunales del CIADI están cambiando el curso de las relaciones económicas mundiales. El CIADI es un mecanismo de resolución de controversias en materia de inversiones que otorga a las compañías multinacionales potestades para demandar a los gobiernos si estos imponen leyes o reglamentaciones a nivel nacional que tienen un efecto negativo significativo sobre las ganancias de las compañías. El Banco Mundial organizó este organismo internacional en 1966. Históricamente los países exportadores de capital han usado una serie de incentivos y castigos para proteger los intereses económicos de sus principales empresas en el exterior. La ruptura de los canales diplomáticos determinó a menudo que estos litigios se resolvieran por medio de la fuerza o “diplomacia de las armas“. Estados Unidos tiene una larga historia de envío de tropas a los países en los que las inversiones estadounidenses están amenazadas. El Banco Mundial sostuvo entonces que este mecanismo institucional promovería “flujos crecientes de inversión internacional”. Las compañías multinacionales que invierten en países extranjeros argumentaron que ese era un mecanismo necesario ya que los sistemas judiciales nacionales en los Estados receptores no les brindaban garantías ni protección adecuada. En el derecho internacional, los inversionistas extranjeros no estaban jurídicamente habilitados ni contaban con instrumentos de acción directa contra un gobierno cuando consideraban que sus inversiones eran afectadas negativamente por la acción gubernamental. El CIADI cumplió con las aspiraciones de las grandes compañías al elevarlas a la misma categoría que los Estados en el derecho internacional. Aunque el CIADI fue fundado en 1966, en sus primeros 30 años de existencia se mantuvo prácticamente inactivo. Pasó media década antes que el CIADI oyera su primer caso cuando la Holiday Inns Corporation solicitó arbitraje en un litigio con el gobierno marroquí. En los 25 años siguientes sólo se presentaron unos pocos casos. Hoy hay más de 100 casos pendientes de resolución, con reclamos de indemnización de inversionistas contra gobiernos que se estima ascienden en total a más de US$ 30.000 millones. Dos tercios de todos los casos inversionista-Estado conocidos se presentaron a partir de 2002. Y casi un tercio de los que estaban pendientes a fines de febrero de 2007 (32 de 109) son demandas contra un único país: Argentina.

SARAH ANDERSON-SARA GRUSKY, Desafiar el poder corporativo de los inversionistas. Institute for Policy Studies-Food & Water Watch, 2007.

jueves, septiembre 20, 2007

LA NUEVA INTERNACIONAL

«La nueva Internacional» se refiere a una transformación profunda, proyectada sobre un largo período, del derecho internacional, de sus conceptos y de su campo de intervención. Al igual que el concepto de los derechos humanos se ha determinado lentamente en el transcurso de los siglos a través de múltiples seísmos sociopolíticos (ya se trate del derecho al trabajo o de los derechos económicos, de los derechos de la mujer y del niño, etc.), el derecho internacional debería extender y diversificar su campo hasta incluir en él, si al menos ha de ser consecuente con la idea de la democracia y de los derechos humanos que proclama, el campo económico y social mundial más allá de la soberanía de los Estados y de los Estados-fantasma (...) En contra de la apariencia, lo que decimos aquí no es mero antiestatalismo: en condiciones dadas y limitadas, el super-Estado que podría ser una institución internacional podrá siempre limitar las apropiaciones y las violencias de ciertas fuerzas socioeconómicas privadas. Pero, sin suscribir necesariamente en su totalidad el discurso (por otra parte, complejo, evolutivo, heterogéneo) de la tradición marxista respecto del Estado y su apropiación por una clase dominante, respecto de la distinción entre poder de Estado y aparato de Estado, respecto del fin de lo político, el «fin de la política» o el debilitamiento del Estado y, por otra parte, sin recelar de la idea de lo jurídico en sí misma, aún es posible inspirarse en el «espíritu» marxista para criticar la pretendida autonomía de lo jurídico y denunciar sin descanso el apresamiento de hecho de las autoridades internacionales por potentes Estados-nación, por concentraciones de capital tecno-científico, de capital simbólico y de capital financiero, de capitales de estado y de capitales privados. Una «nueva Internacional» se busca a través de estas crisis del derecho internacional, denuncia ya los límites de un discurso sobre los derechos humanos que seguirá siendo inadecuados, a veces hipócrita, en todo caso formal e inconsecuente consigo mismo mientras la ley del mercado, la «deuda exterior», la desigualdad del desarrollo tecno-científico, militar y económico mantengan una desigualdad efectiva tan monstruosa como la que prevalece hoy, más que nunca, en la historia de la humanidad. Pues, hay que decirlo a gritos, en el momento en que algunos se atreven a neoevangelizar en nombre del ideal de una democracia liberal que, por fin, ha culminado en sí misma como en el ideal de la historia humana: jamás la violencia, la desigualdad, la exclusión, la hambruna y, por tanto, la opresión económica han afectado a tantos seres humanos, en la historia de la tierra y de la humanidad. En lugar de ensalzar el advenimiento del ideal de la democracia liberal y del mercado capitalista en la euforia del fin de la historia (...) no despreciemos nunca esta evidencia macroscópica, hecha de innumerables sufrimientos singulares: ningún progreso permite ignorar que nunca, en términos absolutos, nunca en la tierra tantos hombres, mujeres y niños han sido sojuzgados, conducidos al hambre o exterminados. (Y, provisionalmente pero a disgusto, tendremos que dejar aquí de lado la cuestión, sin embargo indisociable, de lo que está sucediendo con la vida llamada «animal», la vida y la existencia de los «animales» en esta historia. Esta cuestión ha sido siempre seria, pero se volverá masivamente ineluctable). La «nueva Internacional» no es solamente aquello que busca un nuevo derecho internacional a través de estos crímenes. Es un lazo de afinidad, de sufrimiento y de esperanza, un lazo todavía discreto, casi secreto, como hacia 1848, pero cada vez más visible —hay más de una señal de ello—. Es un lazo intempestivo y sin estatuto, sin título y sin nombre, apenas público aunque sin ser clandestino, sin contrato, sin coordinación, sin partido, sin patria, sin comunidad nacional (Internacional antes, a través de y más allá de toda determinación nacional), sin co-ciudadanía, sin pertenencia común a una clase. Lo que se denomina, aquí, con el nombre de nueva Internacional es lo que llama a la amistad de una alianza sin institución entre aquellos que, aunque, en lo sucesivo, ya no crean, o aunque no hayan creído nunca en la Internacional socialista-marxista, en la dictadura del proletariado, en el papel mesiánico-escatológico de la unión universal de los proletarios de todos los países, continúan inspirándose en uno, al menos, de los espíritus de Marx o del marxismo y para aliarse, de un modo nuevo, concreto, real, aunque esta alianza no revista ya la forma del partido o de la internacional obrera sino la de una especie de contra-conjuración, en la crítica (teórica y práctica) del estado del derecho internacional, de los conceptos de Estado y de nación, etc.: para renovar esta crítica y, sobre todo, para radicalizarla.

JACQUES DERRIDA, Espectros de Marx. Ed. Trotta, 1998.

martes, septiembre 18, 2007

ECONOMÍA AMERICANA

Estados Unidos tiene ahora un déficit comercial con todas las partes del mundo. En 2006 (los últimos datos anuales), este déficit alcanzaba los 838.271 millones de dólares. El déficit comercial estadounidense con Europa era de 142.538 millones de dólares. Con Canadá alcanzaba los 75.087 millones. Con América Latina era de 112.579 millones (de los cuales 67.303.000 correspondían al comercio con México). El déficit con Asia y con la región del Pacífico se elevaba a 409.765 millones (de los cuales 223.087.000.000 eran con China y 90.966.000.000 con Japón). Con Oriente Medio el déficit fue de 36.112.000.000, y con África llegó a los 62.192 millones. La preocupación gubernamental durante tres décadas sobre el déficit petrolero estadounidense ha creado la falsa impresión entre los norteamericanos de que una Norteamérica autosuficiente está dañada sólo por la dependencia del petróleo de Oriente Medio. Pero el asunto en cuestión es que el déficit total que mantiene Estados Unidos con la OPEP, una organización que incluye a muchos países tanto dentro como fuera de Oriente Medio, es de 106.260.000.000 o, lo que es lo mismo, alrededor de la octava parte de su déficit comercial anual. Además, Estados Unidos obtiene la mayoría de su crudo fuera de Oriente Medio, y el déficit comercial del país refleja este hecho. Su déficit con Nigeria, México y Venezuela es 3,3 veces mayor que el que tiene con Oriente Medio, a pesar del hecho de que Estados Unidos vende más a Venezuela y 18 veces más a México de lo que exporta a Arabia Saudí. Lo que resulta llamativo de la dependencia de las importaciones estadounidense es que es prácticamente mundial. Los americanos dependen de los alimentos y bebidas extranjeros por 8.975.000.000 de dólares. Los norteamericanos dependen de las provisiones industriales y materiales extranjeros por un monto de 326.459.000.000 –más de tres veces la dependencia respecto de la OPEP-. Los norteamericanos ya no se autoabastecen siquiera para su propio transporte. Son dependientes de las importaciones de automóviles, autopartes y motores por 149.499.000.000 de dólares, o una vez y media más que la dependencia de la OPEP. A parte de la dependencia automotriz, los norteamericanos son 3,4 veces más dependientes de las importaciones de bienes de consumo durables y no durables que de la OPEP. Ya no producen su propia vestimenta, calzado o electrodomésticos, y tienen un déficit comercial en bienes manufacturados de 336.118.000.000 dólares. El “superpoder” estadounidense hasta tiene un déficit en bienes de capital, incluyendo maquinaria, generadores eléctricos, herramientas, ordenadores y equipos de telecomunicaciones. ¿Qué significa que Estados Unidos tenga un déficit comercial de 800 mil millones de dólares? Significa que los americanos están consumiendo 800 mil millones más de lo que producen. ¿Cómo lo pagan? Lo pagan entregando la propiedad de sus activos –reservas, bonos, empresas, bienes raíces-. Ahora EEUU es una nación deudora. Los extranjeros poseen 2.5 billones más de activos americanos que éstos de activos extranjeros. Cuando los extranjeros adquieren la propiedad de activos norteamericanos, también adquieren la propiedad de los futuros flujos de renta que los activos producen. Más renta que se escapa de los norteamericanos. ¿Cuánto tiempo más podrán los norteamericanos consumir más de lo que producen? El exceso de consumo puede continuar mientras la población pueda encontrar formas de enterrarse en más deuda para financiar su consumo y mientras el dólar consiga seguir siendo la moneda de reserva monetaria mundial.

PAUL CRAIG ROBERTS, Economía de EE.UU: RIP. Revista Sin Permiso, sept. 2007.

jueves, septiembre 06, 2007

HOMO URBANUS

El año 2007 será un gran hito en la saga humana, con una magnitud similar a la era agrícola y la revolución industrial. Según Naciones Unidas, por primera vez en la historia la mayoría de los seres humanos estarán viviendo en grandes zonas urbanas con poblaciones de 10 millones de habitantes o más. Nos hemos convertido en el Homo urbanus. El fenómeno de millones de personas apiñadas y amontonadas unas encima de otras en gigantescos centros urbanos es nuevo. Recordemos que, hace 200 años, una persona normal de la Tierra habría conocido entre 200 y 300 personas en toda su vida. Hoy, un habitante de Nueva York puede vivir y trabajar entre 220 mil personas en un radio de 10 minutos de su casa u oficina en el centro de Manhattan. Sólo una ciudad en toda la historia -la Roma antigua- contaba con una población de más de un millón de habitantes antes del siglo XIX. Londres se convirtió en la primera ciudad moderna con una población de más de un millón de personas, en el año 1820. En la actualidad, 414 ciudades poseen una población de un millón de habitantes o más, y no se atisba el fin del proceso de urbanización, ya que nuestra especie está creciendo a una velocidad alarmante. Cada día nacen en el planeta 376 mil personas. Se espera que la población humana alcance los 9 mil millones en 2042, la mayoría de los cuales vivirán en densas zonas urbanas. Mientras la raza humana dependió del flujo solar, los vientos, las corrientes y la energía animal y humana como sustento vital, la población se mantuvo relativamente baja para adaptarse a la capacidad de carga de la Naturaleza: la capacidad de la biosfera para reciclar residuos y reponer recursos. El punto de inflexión se produjo con la exhumación de grandes cantidades de energía solar almacenada, primero en forma de depósitos de carbón, y luego, petróleo y gas natural bajo la superficie terráquea. Aprovechados por el motor a vapor y más tarde por el motor de combustión interna, y convertidos en electricidad y distribuidos a través del tendido eléctrico, los combustibles fósiles permitieron a la humanidad crear nuevas tecnologías que aumentaron de manera espectacular la producción de alimentos, los artículos manufacturados y los servicios. El incremento de la productividad derivó en el crecimiento desenfrenado de la población y la urbanización mundial. No es sorprendente que nadie esté realmente seguro de si este profundo punto de inflexión en las modalidades de la vida humana debería celebrarse o lamentarse, o si simplemente deberíamos dejar constancia de él. Ello se debe a que nuestra población en aumento y nuestro estilo de vida urbano se han comprado a expensas de la desaparición de los grandes ecosistemas y hábitat de la Tierra. El historiador cultural Elías Canetti comentaba en una ocasión que cada uno de nosotros es un monarca en un campo de cadáveres. Si nos detuviéramos por un momento y reflexionáramos sobre el número de criaturas y recursos de la Tierra que hemos expropiado y consumido en nuestra vida, nos horrorizaría la carnicería y la explotación que han sido necesarias para garantizar nuestra existencia. El hecho es que las grandes poblaciones que viven en megaciudades consumen cantidades ingentes de energía del planeta para mantener sus infraestructuras y su flujo diario de actividad humana. Para poner esto en perspectiva, sólo la Torre Sears, uno de los rascacielos más altos del mundo, utiliza más electricidad en un día que una ciudad de 35 mil habitantes. Y lo que es todavía más increíble: nuestra especie actualmente consume casi un 40 por ciento de la producción primaria neta de la Tierra, aunque sólo constituimos un 0,5 por ciento de la biomasa animal del planeta. Las demás especies tienen menos para consumir. La otra cara de la urbanización es la estela que dejamos en nuestro camino hacia un mundo de edificios de oficinas de 100 plantas, torres de viviendas y paisajes de cristal, cemento, luz artificial e interconectividad eléctrica. No es casualidad que mientras celebramos la urbanización del mundo, nos aproximemos rápidamente a otro hito histórico: la desaparición de la Naturaleza. El crecimiento de la población y el consumo de comida y agua, la ampliación de las carreteras y los ferrocarriles, y la expansión urbana siguen invadiendo la Naturaleza y la abocan a la extinción. Nuestros científicos nos dicen que a lo largo de la vida de los niños de hoy, la Naturaleza desaparecerá de la faz de la Tierra tras millones de años de existencia. La autopista transamazónica, que cruza toda la extensión de la selva del Amazonas, está acelerando la devastación del último gran hábitat natural. Otras regiones naturales, desde Borneo hasta la cuenca de Congo, están mermando rápidamente cada día que pasa, y abriendo camino a unas poblaciones humanas cada vez mayores que buscan espacio y recursos para vivir. No es de extrañar que, según el biólogo de Harvard E. O. Wilson, estemos experimentando la mayor oleada de extinción masiva de especies animales en 65 millones de años. Actualmente perdemos por la extinción entre 50 y 150 especies al día. En 2100, dos terceras partes de las especies restantes de la Tierra probablemente se habrán extinguido.
¿Adónde nos lleva todo esto? Intenten imaginar mil ciudades de casi un millón de habitantes o más dentro de 35 años. Nos deja helados y es insostenible para la Tierra. No quiero ser aguafiestas, pero quizá la conmemoración de la urbanización de la raza humana podría ser una oportunidad para replantearse nuestra manera de vivir en este planeta. Sin duda, hay mucho que aplaudir de la vida urbana: su rica diversidad cultural, sus relaciones sociales y la densa actividad comercial. Pero es una cuestión de magnitud y escala. Debemos reflexionar sobre la mejor manera de reducir nuestra población y desarrollar entornos urbanos sostenibles que utilicen con mayor eficacia la energía y los recursos, que sean menos contaminantes y que estén mejor diseñados. En resumen: en la gran era de la urbanización hemos aislado cada vez más a la raza humana del resto del mundo natural en la creencia de que podríamos conquistar, colonizar y utilizar la rica generosidad del planeta para garantizar nuestra completa autonomía sin consecuencias funestas para nosotros y para las generaciones futuras. En la próxima fase de la historia humana tendremos que encontrar un modo de reintegrarnos en el resto de la Tierra viviente si pretendemos preservar nuestra especie y conservar el planeta para las demás criaturas.

JEREMY RIFKIN, Otro peligroso hito histórico: la desaparición de la Naturaleza. www.eco-sitio.com.ar