jueves, septiembre 07, 2006

FUTURAS SOCIEDADES

Hay algo de lo que hoy se puede estar seguro: la evolución siempre ha actuado en gran medida de forma autodestructiva. A corto y a largo plazo. Poco de lo que ha creado se ha conservado. Esto vale para la mayoría de los seres vivos que existieron un día. Del mismo modo, casi todas las culturas que han determinado la vida humana han desaparecido. El sentido que tuvieron para los que vivieron en ellas apenas es comprensible aún, a pesar de todo el refinamiento en la valoración arqueológico-antropocultural-científico-espiritual de que hoy disponemos. Las mentalidades que un día fueron actuales ya no lo son para nosotros, o en todo caso sólo son comprensibles a través de ficciones altamente artificiales. Sólo nos es posible una relación cuasiturística con esas culturas pasadas. A las obviedades y formas culturales, al "mundo de la vida" de nuestra sociedad le pasará lo mismo. Nadie puede dudar seriamente de ello. No hay que excluir, incluso mirándolo con atención es probable, que los hombres desaparezcan como seres vivos. Quizá se sustituyan a sí mismos por seres vivos humanoides genéticamente superiores. Quizá diezmen o extingan su especie mediante catástrofes autoproducidas. O destruyan de tal modo los auxiliares técnicos que nos son habituales que sólo sigan siendo posibles formas muy elementales de supervivencia. Como siempre, en todo caso las futuras sociedades, si es que las hay sobre la base de comunicación con sentido, vivirán en otro mundo, basado en otras perspectivas y otras preferencias, y en todo caso se asombrarán ante nuestras preocupaciones y nuestros hobbys como ante rarezas con un limitado valor de entretenimiento, si es que quedan rastros de ellas y competencia para leer esos rastros. Semejante futuro nos parece inaceptable, un escenario de horror que sólo podemos disfrutar en forma de ficción porque suponemos que no se dará. Quien contempla lo venidero sin signos de espanto es rechazado por cínico. En la comunicación, esta perspectiva actúa como si hubiera sido inventada para irritar a los otros y para disfrutar con su irritación. El que se tira de la torre Eiffel no puede disfrutar realmente de la caída, porque sabe cómo terminará.

NIKLAS LUHMANN, Observaciones de la modernidad. Ed. Paidós, 1997.