El plan B es una movilización a gran escala para desinflar la burbuja económica mundial antes que estalle. Para impedir que la burbuja estalle será necesario un nivel de cooperación internacional sin precedentes que permita estabilizar la población, el clima, los niveles freáticos y los suelos, y que se produzca a un ritmo de tiempos de guerra. De hecho, el esfuerzo necesario, por su escala así como por su urgencia, es comparable a la movilización estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Nuestra única esperanza es un cambio rápido de sistema, un cambio basado en señales del mercado que reflejen la realidad ecológica. Esto supone reestructurar el régimen fiscal: reducir los impuestos sobre la renta y aumentar los impuestos sobre actividades destructivas del medio ambiente, como la quema de combustibles fósiles, para incorporar los costes ecológicos. A menos que podamos conseguir que el mercado envíe señales que reflejen la realidad, continuaremos tomando decisiones equivocadas como consumidores, responsables de planificación de empresas y responsables de políticas gubernamentales. Las decisiones económicas erróneas y las distorsiones económicas que crean pueden desembocar en un declive económico. El plan B es la única opción viable simplemente porque el plan A, que supone mantener las prácticas habituales, tiene consecuencias inaceptables: la continua degradación y alteración del medio ambiente y el estallido de la burbuja económica. Las señales de alarma son ahora más frecuentes, ya sea pesquerías esquilmadas, el deshielo de los glaciares o el descenso de los niveles freáticos. Hasta ahora las alertas han sido locales, pero pronto se convertirán en globales. Las masivas importaciones de cereales por parte de China así como el aumento de los precios de los alimentos que probablemente le seguiría podrían despertarnos de nuestro letargo.
Pero el tiempo se está acabando. Las economías de burbuja, que por definición están artificialmente infladas, no duran indefinidamente. Cada día que pasa, nuestras demandas al planeta superan a su capacidad de regeneración por un margen más amplio.
LESTER BROWN, Salvar el planeta. Ed. Paidós, 2004.