Precisamente porque el mundo moderno está saturado del ruido de los mensajeros de los partidos de poder y del estruendo artístico del genio, que llaman la atención sobre sus obras y sistemas delirantes, la diferencia religiosa ya no puede señalarse convincentemente desde la figura del embajador (o enviado). El Dios presente no puede alcanzar a los mortales como enviado, sino sólo como idiota. El idiota es un ángel sin mensaje: un íntimo complementador, sin distancia, de todos los seres que casualmente encuentra. También su aparición es escénica, pero no porque personifique en el más acá un fulgor trascendente, sino porque, en medio de una sociedad de representantes de papeles y de estrategas del ego, él encarna una ingenuidad inesperada y una benevolencia que desarma. Aunque príncipe por estirpe, es un ser humano sin símbolo de estatus: pertenece, así, sin reservas, al mundo moderno, pues si la jerarquía pertenece al ángel, el rasgo igualitario pertenece al idiota. Se mueve entre los seres humanos de la alta y baja sociedad como un niño grande que nunca ha aprendido a calcular en su propio beneficio (...) el salvador es un don nadie a quien no respalda ningún alto mandante. Los presentes consideran sus manifestaciones como naderías infantiles, y su presencia, como un mero incidente no comprometedor. Dostoievski no deja duda alguna con respecto precisamente a este rasgo; de una de las figuras de su novela El príncipe idiota, Ganja, se dice: "No se azoraba lo más mínimo ante el príncipe, como si estuviera solo en la habitación, pues le consideraba lisa y llanamente como nada". La presencia del príncipe Mishkin, no obstante, es una condición desencadenante de todos los acontecimientos que suceden en su cercanía; él cataliza de manera decisiva los caracteres y destinos de quienes se cruzan con él. Precisamente como no-enviado, soluciona con un método incomprendido el problema del acceso al interior de sus compañeros de juego. Ni sirenas ni ángeles, él es quien abre los oídos y centros de conmoción psíquica de sus compañeros de diálogo.
PETER SLOTERDIJK, Esferas I. Ed. Siruela, 2003.