Hay un comienzo del sufrimiento, pues el determinismo del mundo utilitario, frente al sentido de la invención, es ante todo pasividad vivida por el sujeto a modo de creencia y espera de las tareas establecidas que han de ser realizadas y de las recompensas establecidas por esta realización. Por el contrario, la espontaneidad de la invención es primeramente saber y actividad sobre sí y sobre el mundo que no podrían ser recibidas por asignación, sino conquistados singularmente a partir de la nihilización del determinismo cósmico y de sí mismo en tanto un útil más con una función señalada. Por consiguiente, si en la pasividad se esboza el sufrimiento, éste se configura en la experiencia cuando la efectividad de la invención es vivida como falta, en el presente, de una estructura futura que es la invención misma. El determinismo cósmico es principalmente pasado: ya ha estado siempre ahí -pues es el supuesto de la eficacia del pasado sobre el presente-, son las fórmulas, los usos, las funciones, los lugares comunes, etc., que son pasado universal pero que a la vez hacen pasado, esto es, preterifican el devenir temporal. Si nos abandonamos simplemente a este determinismo, sólo soportaremos el sufrimiento esquemático de la pasividad en general, puesto que no tendremos otra exigencia íntima que la de sosegar constantemente a una libertad -la nuestra- indeterminada; pero si nos fijamos como proyecto la invención, entonces el sufrimiento es la tensión de un carecer y un saber careciente a partir de un futuro otro que la prolongación indefinida del determinismo. Tensión padecida, porque ya no creeremos ni esperaremos nada del mundo utilitario del presente y, a la vez, no tendremos invención, puesto que ésta es precisamente imposible en ese mundo.
CARLOS CORREAS, Arlt literato. Ed. Atuel, 1996.