Nietzsche es un diseñador de tendencias. La tendencia que él encarnó y dio forma no es otra que la corriente individualista, que desde las revoluciones industriales y sus proyecciones culturales en el Romanticismo penetró irresistiblemente en su día en la sociedad civil y desde entonces no ha cesado de penetrarla. Hablamos aquí de individualismo no en el sentido de una corriente fortuita o meramente contingente dentro del ámbito de la historia de las mentalidades, sino más bien de un corte antropológico a la luz del cual sólo puede nacer un tipo humano inmerso en los medios de comunicación y de descarga suficientes como para individualizarse frente a sus "condicionamientos sociales". En el individualismo se pone de manifiesto la tercera insularización poshistórica del "hombre" (después de que la primera, la prehistórica, hubiera conducido a su emancipación de la Naturaleza y de que la segunda desembocara en el "dominio del hombre por el hombre"). De hecho, el individualismo no cesa de establecer alianzas inestables y cambiantes con todo lo que conforma el mundo moderno: con el progreso y la reacción, con los programas políticos de la izquierda y la derecha, con las motivaciones y principios nacionales y transnacionales, con proyectos masculinos, femeninos e infantiles, con sensibilidades tecnocráticas o tecnofóbicas, con morales ascéticas o hedonistas, con teorías y conceptos artísticos vanguardistas o conservadores, con terapias analíticas o catárticas, con estilos de vida deportivos o sedentarios, con tendencias activas a la producción o contrarias al desarrollo económico desenfrenado, con la fe en el éxito y con la incredulidad ante él, con formas de vida todavía cristianas o ya no cristianas, con ampliaciones ecuménicas o clausuras localistas, con éticas humanistas o poshumanistas, con ese Yo que ha de acompañar a todas mis representaciones o con esa identidad disuelta que sólo existe ya como sala de espejos de sus propias máscaras. El individualismo tiene la capacidad de trabar vínculos con todo tipo de posiciones, y Nietzsche es su diseñador, su profeta.
PETER SLOTERDIJK, Sobre la mejora de Buena Nueva. Ed. Siruela, 2005.