martes, enero 16, 2007

LA CRISIS EUROPEA ENTRE 1300 Y 1450

En Europa, la temperatura media está relacionada con la precipitación. De modo que los períodos fríos son también secos y en consecuencia menos productivos. La continua mejora del clima, hasta el fin del siglo XIII, permitió el aumento de la población, pero a partir de esa fecha (con el continuo descenso de la temperatura) comenzaron las dificultades. La sociedad no estaba preparada para manejar el cambio desfavorable tanto por razones demográficas como por la falta de tecnología y por el orden político y social existente. Sin respuesta tecnológica, comercial u organizativa, la única alternativa fue una mayor presión sobre nuevas tierras, generalmente de baja fertilidad, con la consiguiente pérdida de la productividad del trabajo y de la remuneración del mismo. Bajo condiciones de satisfacción de la demanda, el precio suele ser inversamente proporcional a la producción. Pero cuando la producción no cubre la mínima demanda, el precio aumenta y mucho más rápidamente a medida que cae la producción. Esto es todavía más pronunciado cuando se trata de bienes imprescindibles como los alimentos. En la crisis de 1300-1450 pasó exactamente eso: los alimentos alcanzaron con frecuencia precios exorbitantes, lo que determinó mayores rentas para ciertos productores y mayores costos para los consumidores. Este proceso está bien documentado en el caso de Inglaterra, pero también hay información coincidente de la mayor parte de Europa. Como no se produjeron adaptaciones tecnológicas ni del orden social y algunas actividades tuvieron que ser abandonadas, por ejemplo la vitivinicultura en Inglaterra, el resultado fueron hambrunas frecuentes que llevaron a la muerte de millones. La crisis terminó cuando la peste negra redujo la población a la mitad y condujo a un nuevo equilibrio demográfico hacia 1450. Este ejemplo muestra que un desastre de proporciones apocalípticas causado por un cambio climático no necesariamente produce modificaciones en la conducta colectiva para poder enfrentarlo. Como en la Edad Media la sociedad no era consciente de lo que estaba ocurriendo, cabe la esperanza de que en el caso actual, en que sí existe esa consciencia, la respuesta sea distinta.

VICENTE BARROS, El cambio climático global. Libros del Zorzal, 2006.