...el hombre está más enfermo, más incierto, es más variable, más inconsecuente que ningún otro animal; de esto no hay duda: es el animal enfermo "por excelencia"; ¿de dónde procede esto?. Seguramente se ha atrevido a más, ha innovado más, ha desafiado y provocado más al destino que todos los demás animales juntos: él, el gran experimentador que experimenta en sí mismo, el insatisfecho, el insaciable, que lucha por el poder supremo con el animal, con la Naturaleza y con los dioses; él, el indomado todavía, el ser del eterno futuro que no encuentra ya reposo ante su fuerza, aguijoneado sin cesar por la espuela ardiente que el porvenir hunde en la carne del presente; él, el animal más valeroso, de sangre más rica ¿cómo no había de estar expuesto a las más largas enfermedades, a las enfermedades más terribles de todas las que afligen al animal?... Bastante a menudo, el hombre está harto; hay epidemias de ese estar harto (...) pero, hasta ese asco, ese cansancio, ese disgusto de sí mismo, todo se desborda en él tan poderosamente que, enseguida, se convierte en una nueva atadura. Su no, dicho a la vida, trae a la luz, como por arte de magia, una multitud de síes más delicados; sí, aún cuando se hiere, este espíritu destructor de sí mismo, la misma herida es lo que le obliga a vivir...
FRIEDRICH NIETZSCHE, Genealogía de la moral. Ed. Porrúa, 1987.