Hay dos especies de genios: una de ellas quiere crear y crea, la otra se complace en dejarse fecundar y dar a luz. Del mismo modo, entre los pueblos geniales, los hay a quienes toca en suerte el problema femenino de llevar y el deber secreto de formar, de madurar y de realizar -los griegos, por ejemplo, eran un pueblo de esta naturaleza, y también los franceses-; y otros que tienen la misión de fecundar y de ser la causa de vidas nuevas -como los judíos, los romanos, y quizá también, dicho sea con modestia, los alemanes-; pueblos atormentados y acometidos de fiebres desconocidas y empujados irresistiblemente fuera de sí mismos, llenos de amor y de deseo de las razas extranjeras (de las que se "dejan fecundar"), con esto, despóticos como todo el que sabe que tiene plenitud de fuerzas generadoras y, por consiguiente, soberano por "la gracia de Dios". Estas dos especies de genios se buscan como el hombre y la mujer, pero se desconocen también uno a otro, como el hombre y la mujer.
F. NIETZSCHE, Más allá del bien y del mal. Ed. Porrúa, 1987.