El desciframiento de las escrituras secretas y de las lenguas perdidas como "revelación" psicótica y mística. Se cuenta que después de trabajar durante meses en el texto escrito en sumerio (que es la primera forma de escritura conocida), la tarde en que logró por fin leer el fragmento George Hughtinghton, una de las glorias del departamento de arqueología del Museo Británico, salió al pasillo y empezó a desnudarse y dijo: "Luego de dos mil años de silencio, soy el primero que escucha esa voz". Murió muy joven, a los treinta y dos años, internado en una clínica psiquiátrica, en los Alpes Suizos. De noche, los enfermeros lo oían reírse en voz baja y hablar con alguien en una lengua exótica (...) La misma "revelación" en el caso del primer desciframiento de la escritura egipcia. Mientras el gran Kircher se obstinaba en considerar cada jeroglífico como el signo de una idea o de una cosa, Champollion descubrió por deducción (a partir del análisis de los 1419 signos jeroglíficos de la Piedra Rosetta) que la escritura egipcia, suponiendo que fijaba algunas palabras, debía con seguridad representar también letras y había que tener entonces en cuenta el espacio como una variante interna de la notación. El procedimiento de cifrado dependía de la extensión de la palabra y era por lo tanto arbitrario. Cuando comprendió que no debía buscar la regularidad de los signos, sino su diferencia pudo empezar realmente a descifrar la escritura. Se encerró en su casa y trabajó dos semanas, doce horas por día, sin ver a nadie. El 14 de marzo de 1822 había terminado. Esa noche fue al Instituto y se presentó en el escritorio de Kircher. "Ya no hay secretos", le dijo y no volvió a hablar. El lingüista mudo. Cuando superó la crisis abandonó la egiptología y el estudio de las lenguas antiguas. Se fue a vivir a Nueva York y puso un negocio de compra y venta de muebles.
RICARDO PIGLIA, Crítica y ficción. Ed. Seix Barral, 2000.