jueves, julio 13, 2006

EL SECRETO DE ESTADO

Considerados como conceptos jurídicos, el secreto de Estado y el espionaje son creaciones de a finales del siglo XIX. Nacieron del espíritu del imperialismo. Su marcha triunfal se inicia en el año 1894 con el affaire Dreyfus. Desde entonces el secreto de Estado se ha convertido en un instrumento del Poder de primera categoría. Su eficacia es casi ilimitada. Su éxito y su popularidad dimanan del hecho de que en él se condensan las concepciones mágicas, que desde tiempo inmemorial iban ligadas al tabú de la traición, en un único sistema. En el secreto de Estado se objetiviza una vez más, de modo palpable e inmaterial a la vez, el antiguo maná de los jefes de tribu y de los reyes sacerdotes: es el secreto del Poder por excelencia. Su presencia provoca oleadas de profundo respeto, su revelación causa histérica indignación. Para violar el tabú ya no se precisan más agresiones; en la fase de decadencia en que se halla, basta la interrogación. Es una clase de arrobamiento como jamás gozó soberano alguno. El maná del Secreto de Estado se transmite a sus portadores y los inmuniza, según su grado de iniciación, contra la interrogación; con ello se les dispensa de responder y, en el sentido propio de la palabra, pasan a ser irresponsables. A tenor de los secretos de Estado que uno conoce se establecen su categoría y sus privilegios dentro de una jerarquía estructurada con toda precisión. La masa de súbditos no tiene secretos; es decir, no tiene derecho alguno a participar del Poder, a criticarlo y a controlarlo.

HANS M. ENZENSBERGER, Política y delito. Ed. Anagrama, 1987.