jueves, junio 15, 2006

AUTOHALLAZGO

Tal vez no pasa a menudo, pero sucede que los hombres se detienen en medio del paisaje de las cosas y fijan su atención en su Yo. De manera súbita se topan con la sin par circunstancia de que están ahí -una particularidad que es todo lo contrario de un hallazgo objetivo y que también choca en la conciencia como un repentino y emergente motivo de descubrimiento-. Lástima que a causa de la cháchara del siglo, la expresión existencia se haya vuelto tan exquisita que ya no sirve adecuadamente para señalar esta abismal excentricidad que es el propio acto de presencia para la naturaleza humana (...) Escasamente señala ya lo inopinado, ilegítimo e inquietante que el extático autohallazgo personal puede ser. Ernst Bloch, para dar un ejemplo, ha establecido lo que con esa palabra, en verdad, se expresa. Un día, siendo niño de unos diez años, percibió su Yo desde el cielo sereno; es que fue como si le hubiera caído un rayo: que él, de modo real e inapelable, era él mismo y que no descubría nada más vivo fuera de sí mismo y su cuerpo. Semejantes iluminaciones terribles sobrevienen sólo de manera episódica -ningún discurso o ascesis conduce a la autoexperiencia pánica del acto de presencia-. El Yo se topa consigo mismo sin previo aviso, como hallazgo sin precedentes (...) No soy ninguna de las cosas -eso quiere decir que ya no hallo ningún amparo en lo que no es humano-; no soy, y ahora lo sé, piedra, ni planta, ni animal, ni máquina, ni espíritu, ni Dios. Con esa séxtuple negación circundo lo inquietante de todos los espacios. Quien es hombre vive en una posición que se extraña absolutamente de sí misma. A partir de ahí, no soy más que el escenario de una pregunta. Mi vida es un teatro del estremecimiento de que tengo que ser algo diverso de todo aquello que goza de confort, cosa entre cosas, ser entre seres. ¿Por qué me toca a mí? Uno de los rasgos típicos de esta experiencia del ser en el ser Yo es su brusquedad. Un desgarrón en la película mental que se toma por pensamiento y la súbita presencia de la incertidumbre radical se entreabre, incluso para los más opulentos conceptos: ser, causa o Dios son sólo ideas convencionales. Se podría hablar de aperturas imprevistas de un escotillón por el que me precipito -si al menos, pudiera decir adónde- (...) Si el hombre fuera un ser que, por su naturaleza, se busca a sí mismo, el autohallazgo sería menos extraño. Pero el escándalo del hombre consiste en que puede hallarse sin haberse buscado. Tiene uno 23 años, o 31, o más incluso, y descubre, cruzando la calle o al caerse un llavero, que uno, en realidad, existe. Contra eso no hay protección segura. Ni la teoría ni el alcohol pueden garantizar una prevención impenetrable de existencia (...) Al que le pasa ingresa en la comunidad de individuos desprendidos de asombro "en un desmesurado paisaje donde les es imposible orientarse" (...) Se ha topado uno consigo y no sabe manejarse.

PETER SLOTERDIJK, Extrañamiento del mundo. Ed. Pre-Textos, 1998.