domingo, junio 04, 2006

EL SABER

El saber sólo se afina y se alivia en los confines, cuando la verdad ya no constituye la instancia a la que debiera finalmente someterse. Lo no verdadero que no es lo falso, atrae el saber fuera del sistema, en el espacio de una deriva en que ya no mandan las palabras claves, en que la repetición no es un operador de sentido (sino el derrumbe de lo extremo), en que el saber, sin pasar al no saber, no depende más de sí mismo, no resulta ni produce un resultado, sino que cambia imperceptiblemente, esfumándose: no más saber, sino efecto de saber. En el saber que siempre ha de librarse del saber, no hay saber anterior, no hereda de sí mismo, por tanto tampoco hay una presencia de saber. No apliques un saber, no lo repitas. Fin de la teoría que posee y organiza el saber. Espacio abierto a la "teoría ficticia", ahí donde la teoría, mediante la ficción, corre peligro de muerte. Ustedes teóricos, sepan que son mortales y que la teoría ya es la muerte que llevan en sus adentros. Sépanlo, conozcan su compañero. Tal vez sea cierto que "sin teorización, no darían un paso adelante", pero este paso es un paso más hacia el abismo de verdad. De allí sube el rumor silencioso, la intensidad tácita. Cuando cesa el señorío de la verdad, vale decir, cuando la referencia a la alternancia verdadero-falso (incluso su coincidencia) deja de imponerse, siquiera como el trabajo del habla futura, el saber sigue buscándose y tratando de inscribirse, pero en otro espacio donde no hay más dirección. Cuando el saber dejó de ser un saber de verdad, entonces de saber es que se trata: un saber que quema el pensamiento, como saber de paciencia infinita.

MAURICE BLANCHOT, La escritura del desastre. Ed. Monte Ávila, 1990.