domingo, agosto 20, 2006

LEOPOLDO LUGONES

Hay un aspecto de Lugones que ha sido deliberadamente descuidado por sus exégetas: sus relaciones delirantes con la ciencia y sus manías de sabio apócrifo y marginal. Hombre de cultura vasta y pintoresca, Lugones es un buen ejemplo del erudito esotérico, lector de diccionarios y de manuales de divulgación científica, siempre interesado por los bordes excéntricos del conocimiento. A lo largo de una vida signada por la inconstancia y la práctica decidida de la inestabilidad ideológica, se mantuvo, por ejemplo, invariable su fidelidad al espiritismo y a las ciencias ocultas. Hacia 1900 era secretario general de la Rama Luz de la sociedad teosófica argentina, filial de la secta científica fundada por la vidente Helena Petrovna Blavatsky, y hasta su muerte fue un iniciado en el saber maldito. Este costado arltiano de Lugones que lo conecta con el astrólogo de Los siete locos define más de un aspecto de su obra (...) En los relatos de Lugones es difícil establecer con claridad los límites: la narrativa policial, la especulación filosófica, los delirios teóricos y la ficción científica se combinan para crear una suerte de híbrido (...) La fascinación por las hipótesis y las fórmulas, por los laboratorios y las máquinas, por los experimentadores alucinados, los inventores delirantes y los herméticos filósofos barriales, la atracción psiquiátrica y un poco lombrosiana por los marginales, los casos extremos y la locura social, permiten ligar entre sí a escritores tan diferentes como Arlt, Lugones, Macedonio, Marechal o Laiseca. ¿Se podría hablar en esos casos de cierta ficción paranoica que construye sus tramas poniendo en juego siempre relaciones de poder y de guerra, que trabaja con máquinas infernales, con teorías esotéricas y delirios filosóficos? En los cuentos de Lugones esos elementos están, de hecho, siempre presentes: miniaturas alucinadas de la verdad encierran los sueños más intensos de ese caballero argentino que creía en el poder de las fuerzas extrañas, tenía relaciones clandestinas con una maestra y se suicidó en un recreo del Tigre una noche de febrero de 1938.

RICARDO PIGLIA, La Argentina en pedazos. Ediciones de La Urraca, 1993.