domingo, agosto 06, 2006

MUERTE ILUSTRADA

Al igual que las crucifixiones romanas, las ejecuciones cristianas pretendían dramatizar el poder del Estado para causar dolor. Las máquinas de matar como la rueda o el potro retrasaban la muerte todo lo posible para que el público pudiera ver cómo se desgarraban los músculos de la víctima y escuchar sus alaridos. A diferencia de las crucifixiones, prolongando el dolor las autoridades cristianas pretendían forzar a la víctima a confesar la enormidad de sus pecados antes de verse reducida a poco más que un pedazo de carne. El tormento tenía un propósito religioso y en cierto sentido caritativo, al proporcionar al criminal una última oportunidad de librarse de las profundidades del infierno confesando el pecado. El Dr. Guillotin rechazó esas ideas. Señaló que la mayoría de los criminales quedaban inconscientes o trastornados después de sólo una o dos vueltas de rueda y, por lo tanto, eran incapaces de optar por arrepentirse. Además, pensaba que incluso el criminal más abyecto tenía ciertos derechos naturales, por lo que respectaba a su cuerpo, que la ley no podía violar. Basándose en el gran tratado de la Ilustración sobre las prisiones, De los delitos y las penas de Beccaria, el Dr. Guillotin argumentó que cuando el estado impone la pena de muerte, debe mostrar el máximo respeto por el cuerpo que va a destruir y administrar una muerte rápida, sin dolor inútil. Al hacerlo así, se muestra superior al vulgar asesino. Los fines de Guillotin, por lo tanto, eran enteramente humanitarios. Además, pensó que había liberado la muerte de las irracionalidades de rituales cristianos como la confesión de los pecados. El Dr. Guillotin presentó su propuesta de una muerte ilustrada y sin rituales a principios de la Revolución, en diciembre de 1789, pero la Asamblea Nacional no autorizó el uso de su máquina hasta marzo de 1792. Un mes más tarde un delicuente común murió bajo la cuchilla, y el 21 de agosto de 1792 , la máquina fue utilizada por primera vez con una finalidad política, para decapitar al legitimista Collenor d´Augrement.

RICHARD SENNETT, Carne y piedra. Ed. Alianza, 1997.