Kafka no ha predicado humildad, sino que ha recomendado el comportamiento de más garantía contra el mito: la astucia. Para él, la única, débil, mínima posibilidad de impedir que el mundo tenga al final razón consiste en dársela. Como el más pequeño de los hijos en los cuentos, hay que hacerse inaparente, pequeño, víctima indefensa, no hay que insistir en el propio derecho según costumbre del mundo, que es el derecho y la costumbre del trueque que reproduce sin cesar la injusticia. El humor de Kafka aspira a la reconciliación del mito mediante una especie de mimetismo. También en esto sigue Kafka aquella tradición ilustrada según la cual, desde el mito homérico hasta Hegel y Marx, el acto espontáneo, el acto de la libertad, equivale al cumplimiento de la tendencia objetiva (...) Como hace milenios, busca Kafka la salvación mediante la incorporación de la fuerza del enemigo. Pretende romper la maldición de la cosificación por el procedimiento de que el mismo sujeto se cosifique. El sujeto debe realizar lo que le ocurre. "Psicología por última vez" -las figuras de Kafka reciben la orden de dejar el alma en guardarropía, en un momento de la lucha social en el que la única posibilidad del individuo burgués está en la negación de su propia composición y en la negación de la situación clasista que le ha condenado a ser lo que es. Igual que su compatriota Gustav Mahler, Kafka se pasa a los desertores. En lugar de la dignidad del hombre, supremo concepto burgués, aparece en él la salvadora meditación y recuerdo de la semejanza con el animal, semejanza de la que se nutre todo un estrato de su narrativa (...) Kafka no glorifica el mundo sometiéndose a él, sino que resiste a él mediante la no-violencia. Ante ésta, el poder tiene que confesar ser lo que es; en esto se basa Kafka (...) Los héroes del Proceso y del Castillo no se hacen culpables por culpa suya -no tienen ninguna-, sino porque intentan hacerse con el derecho. "El pecado original, la vieja injusticia cometida por el hombre, consiste en el incesante reproche que hace el hombre, en su protesta de que se le hace injusticia, de que él fue víctima del pecado original."
THEODOR ADORNO, Crítica cultural y sociedad. Ed. Sarpe, 1984.