Evidentemente la escuela desempeña un papel prioritario en la educación, de ahí el hecho de que sea sorprendente la poca importancia, o al menos el papel relativamente relegado, que se da tanto a los maestros como a la educación, por lo menos así ha venido sucediendo desde hace mucho (...) puedo decir que en España y otros países europeos se hacen una serie de elogios verbales puramente retóricos a la educación, a lo importante que son los maestros, pero luego no hay un verdadero reconocimiento social de las personas que cumplen esas funciones; y lo que sí hay, en cambio, es una cierta relegación de esas personas que no figuran en los medios de comunicación ni, digamos, en el escenario de lo colectivo. Siempre aparecen intelectuales, novelistas, catedráticos, pero rara vez se presenta en la televisión o en la radio un maestro. A ellos no se les escucha, no se presta atención a lo que tienen que decir sobre los niños actuales, sobre su propio trabajo, sobre sus dificultades para desempeñar una actividad en la que hay demandas sociales contradictorias, porque los padres a veces demandan de los educadores que formen a los alumnos con cierta disciplina capaz de atajar males sociales, pero también, por otra parte, se les ata de manos porque cualquier elemento de coacción que intenten emplear es inmediatamente rechazado por los padres... Así, entonces, la labor de los profesores es sumamente difícil por causa de esas demandas contradictorias. En España, por ejemplo, la profesión de maestro presenta el índice más alto de enfermedades psíquicas, depresiones, problemas de tipo nervioso, porque los profesores realmente están sometidos a demandas contradictorias muy fuertes, la sociedad les pide mucho y les da muy poco; la sociedad les presiona para que disciplinen y les quita los medios con que podrían ejercer la disciplina.
FERNANDO SAVATER, Los caminos para la libertad. Ed. F.C.E, 2003.