Para desgracia de los racistas, toda la humanidad desciende de un grupo específico originario del este de África: del lenguaje que hablaron aquellos remotos antecesores hace cien mil años descienden todos los lenguajes humanos. Ese lenguaje originario ha sido llamado protomundo, y se han descubierto los grandes rasgos de su evolución hasta las múltiples lenguas que se hablan hoy en día a lo largo del planeta. Parece un árbol que se ramifica. El protomundo se dividió en dos ramas: de la rama khoisiana, la más antigua, salieron algunos lenguajes hablados en el sur de África. La otra rama, la congosaharaui, se bifurcó a su vez: por un lado dio origen a idiomas centro y norafricanos, y por el otro a las tres protolenguas que habló más tarde el resto del mundo: el amerindio (de donde derivan la mayoría de los lenguajes americanos), el denecaucásico (de él vienen, entre otros, el sinotibetano, raíz del chino, el vasco, el etrusco e incluso algunos lenguajes originarios de América del Norte, llevados a cuestas de migraciones a través del estrecho de Bhering) y el nostrático. Hace trece mil años, el nostrático empezó a fragmentarse en familias, lenguas y dialectos: el afroasiático, el altaico y el indoeuropeo, idiomas que se hablaron hace unos diez a ocho mil años. Hace nueve mil años, del afroasiático se generó el semítico, raíz del árabe y el hebreo. El altaico dio origen al turco, el japonés, el coreano y otras lenguas de Oriente. El indoeuropeo, por su parte, se dividió en varias grandes lenguas: el celta, el teutónico, el báltico, el eslavo, el iranio (raíz del sánscrito), el índico y el itálico (de donde viene el latín y luego las lenguas romances como el español, el italiano o el francés). Del celta descienden idiomas como el galés y el irlandés. Del teutónico, el alemán, el inglés, el sueco, el islandés, el danés y otras lenguas nórdicas. Del eslavo, el ruso y el polaco (...) Hace cien mil años, en aquel lejano idioma "lengua" se decía "tel": el término inglés "tell", decir, contar, es un tataranieto reconocible. "Yo" se decía "ngai"; "changa" significaba "nariz" y también "olor".
LEONARDO MOLEDO, Curiosidades de la ciencia. Ed. Sudamericana, 1997.