No podemos escribir el orden de los vientos variables. ¿Cómo podríamos comprender la norma de nuestros humores cambiantes y nuestra susceptibilidad? Sin embargo difieren como todo y nada. En lugar del firmamento de ayer que nuestros ojos requieren, hoy es una cáscara de huevo que nos encierra; ni siquiera podemos ver dónde están las estrellas que marcan nuestro destino, ni cuáles son. Día a día, los datos capitales de la vida humana se nos esconden. Súbitamente la niebla se levanta y los revela, y pensamos en el tiempo útil que se ha perdido y que hubiésemos podido invertir si hubiéramos tenido al menos una pista de estas cosas. Una súbita elevación en la carretera nos muestra un sistema montañoso y todos sus picos, que han estado tan cerca de nosotros como ahora todo el año pero que nuestra mente no registraba. Pero estas alteraciones no carecen de orden y algo tenemos que ver en nuestra cambiante fortuna. Si la vida parece una sucesión de sueños, también la justicia poética se hace de sueños. Las visiones de los hombres buenos son buenas; pero la voluntad indisciplinada se fustiga con malos pensamientos y mala suerte. Cuando rompemos las leyes, perdemos nuestro asidero en la realidad central. Como enfermos en un hospital, vamos de cama en cama, de locura en locura; y el destino de estos proscritos -criaturas quejosas, estúpidas, comatosas-, de cama en cama, de la nada de la vida a la nada de la vida, no puede significar mayor cosa (...) ¿Por qué habríamos de temer que los elementos salvajes nos aplasten si estamos hechos de esos mismos elementos? Construyamos para la Bella necesidad, que hace al hombre valiente en su convicción de que no puede eludir un peligro señalado ni provocar uno que no lo haya sido (R.W.E, El sentido de la vida)
HAROLD BLOOM, Genios. Ed. Norma, 2005.