...Critón no sólo es el viejo amigo y discípulo que insistió más que ninguno a Sócrates para que huyera; también es aquel, que durante las horas precedentes al vaso de cicuta, se ocupó de la manera más insistente y amistosa, también podría decirse de la manera más ingenua, del candidato a la muerte. Con su pregunta de cómo había que enterrarlo, consiguió Critón la última réplica humorista de Sócrates -por lo visto, dice el maestro, para este hombre ha sido inútil todo lo que he predicado, porque me sigue confundiendo con el cadáver que, dentro de poco, yacerá aquí-. Poco después, pidió Sócrates que le fuera mezclada y traída la bebida (...) Es una proeza oscura de Critón que no se deje hacer cómplice de aquello que comenzaba a manifestarse en el Sócrates que muere a gusto. Defiende este lado hasta el último momento frente a las tendencias allendistas del maestro; hasta que, ya por último, no comprueba el poder superior de aquello que, en Sócrates, quiere salirse con la suya, no se sume en un silencio del que nadie sabe si fue abochornado, resignado o desconcertado (...) Así que se podría presumir que el descubrimiento de lo X quedó oculto en la frase que Critón, ante la prisa de su amigo por terminar, guardó para sí. Repara, con la mirada del mundano, en lo que aquí quiere salirse con la suya hasta el final (...) Critón no dice nada más, pero ve algo que Sócrates no ve; siente la presencia de un principio contrapuesto que lo supera a él y a su amigo. Se queda sin más argumentación frente a un poder que proyecta formar de la vida una figura concluida (...) Critón barrunta una oscura idea de lo que quiere decir tener ante sí un maestro, porque, ¿qué es un maestro sino un hombre que convierte su última alentada en un argumento y su última hora en una prueba? (...) ¿Acaso podría, aún en el último minuto, una teoría positiva de la prisa desvirtuar la sospecha de "instinto" de muerte en individuos como Sócrates y Jesús? ¿Es que no denota lo X en la prisa por morirse del filósofo que determinados individuos ultralúcidos se hicieron cargo, ya desde hace milenios, de la misión de comparecer frente a sus congéneres absortos, a modo de guardianes, maestros y transmisores de alarma, para explicarles la nueva realidad de la búsqueda de la verdad en el mundo ilimitado? Viven como enseñantes, como si hicieran valer un derecho fundamental a la alarma de sus congéneres de reflexión restringida; irradian la evidencia de que, para los hombres, hay demasiado que considerar en el futuro como para perder el tiempo. No pueden sufrir que sus semejantes sólo quieran vivir como hasta ahora y no mejor, mucho mejor, mucho más esclarecidos y abiertos para los dramas del mancomunado ser prudente. Figuras como Sócrates y Jesús encarnan la vanguardia de una inteligencia de la especie que no se aviene con la prudencia mediana autodestructiva de los más.
PETER SLOTERDIJK, Extrañamiento del mundo. Ed. Pre-Textos, 1998.