martes, abril 11, 2006

¿CIENCIA SIN CONTROL?

Un examen de la opinión pública revela -al menos en Inglaterra- una actitud en general positiva hacia la ciencia. Sin embargo, esto está asociado a una extendida preocupación de que la ciencia podría estar perdiendo el control. A mi parecer, esta idea es peligrosa, pues de generalizarse podría llegar a autocumplirse. En el siglo XXI, la tecnología cambiará el mundo más rápido que nunca: el medio ambiente, nuestro estilo de vida, incluso la naturaleza humana misma. Ninguna generación estuvo tan influida por la ciencia como la nuestra: la ciencia ofrece un potencial inmenso, pero podría traer desventajas catastróficas. Estamos viviendo el primer siglo en el que los riesgos más grandes proceden no de la naturaleza sino de la acción humana. Casi cualquier descubrimiento científico tiene el potencial de ser usado tanto para el mal como para el bien. Por lo que no podemos aceptar sus beneficios sin confrontar también sus riesgos. Las decisiones que tomamos, individual y colectivamente, determinarán si las consecuencias de la ciencia del siglo XXI serán benignas o devastadoras. El peligro real está en que caigamos en la inacción por un sentimiento de fatalismo: la creencia de que la ciencia avanza tan rápido -así como que es influida intensamente por presiones comerciales y políticas- que nada de lo que hagamos importa. Los cínicos van un poco más lejos y dicen que cualquier cosa científica o técnicamente posible será hecha -en algún lugar, en algún momento- sin importar las objeciones éticas. Sea verdadera o falsa, esta idea es extremadamente peligrosa pues engendra un pesimismo desesperado y anula los esfuerzos para asegurar un mundo más justo. El futuro será más seguro a través de los esfuerzos de personas menos fatalistas.

Martin Rees, en Suplemento Radar de Página/12 del 9-4-2006.
El autor es astrofísico y profesor de Cosmología en la Universidad de Cambridge.