viernes, abril 14, 2006

JULIETTE O ILUMINISMO Y MORAL

El iluminismo es, para decirlo con Kant, "la salida del hombre de un estado de minoridad del cual él mismo es culpable. Minoridad es la incapacidad de valerse del propio intelecto sin la guía de otro". El intelecto "sin la guía de otro" es el intelecto guiado por la razón. Ello significa simplemente que la razón, en virtud de su propia coherencia, reúne en un sistema los conocimientos aislados. "La razón... no tiene propiamente por objeto más que el intelecto y el empleo de éste con miras a un fin". La razón proporciona "una cierta unidad colectiva para beneficio de las operaciones del intelecto" y esta unidad es el sistema (...) El elemento "sistemático" del conocimiento es "la conexión de éste según un principio". Pensar, en el sentido iluminista, significa producir un orden científico unitario y deducir el conocimiento de los hechos de principios, que pueden ser entendidos como axiomas determinados arbitrariamente, como ideas innatas o como abstracciones supremas (...) El conocimiento se identifica con el juicio, que incorpora lo particular al sistema. Todo pensamiento que no tienda al sistema carece de dirección o es autoritario (...) Todo fin objetivo al que los hombres se refieran como a una visión de la razón es -desde el punto de vista de un iluminismo riguroso- ilusión, mentira, "racionalización" (...) La razón es "la facultad de deducir lo particular de lo universal". La homogeneidad de lo universal y de lo particular se halla garantizada, según Kant, por el "esquematismo del intelecto puro", que es como él llama al obrar inconsciente del mecanismo intelectual que estructura desde el comienzo la percepción en conformidad con el intelecto. El intelecto imprime a la cosa, como cualidad objetiva, aun antes de que ésta entre en el yo (...) Sin este esquematismo, sin el carácter ya intelectivo de la percepción, ninguna impresión se adecuaría al concepto (...) El sistema debe ser mantenido en armonía con la naturaleza; como los hechos son pronosticados en base al sistema, los hechos deben -a su vez- confirmarlo. Pero los hechos pertenecen a la praxis; marcan siempre el contacto del sujeto individual con la naturaleza como objeto social: aprender y experimentar es siempre un obrar y un padecer reales (...) El pensamiento que no llega a armonizar intuición y sistema se pone en contradicción con... la praxis real. No sólo no se produce el acontecimiento esperado, sino que ocurre además aquel que no se esperaba: se hunde el puente, se arruina la cosecha, la medicina enferma más (...) El sistema al que el iluminismo tiende es la forma de conocimiento que más conviene para dominar los hechos, que ayuda con más validez al sujeto a someter a la naturaleza. Sus principios son los de la autoconservación. La minoridad se revela como la incapacidad de conservarse. El burgués, en las formas sucesivas de propietario de esclavos, de comerciante y de administrador, es el sujeto lógico del iluminismo (...) Los conceptos de Kant son equívocos. La razón, como yo trascendental supraindividual, implica la idea de una libre convivencia de los hombres, en la cual éstos logren constituirse como sujeto universal y superar la discordia entre razón pura y razón empírica en la consciente solidaridad del todo. Lo que constituye por lo demás la idea de la verdadera universalidad, la utopía. Pero al mismo tiempo la razón representa la instancia del pensamiento calculador, que organiza el mundo para los fines de la autoconservación y no conoce otra función que no sea la de la preparación del objeto para convertirlo, de mero contenido sensible, en material de usufructo (...) Los sentidos son determinados por el aparato conceptual aún antes de que tenga lugar la percepción; el burgués ve a priori al mundo como la materia con la que se lo fabrica (...) La ciencia misma no tiene ninguna conciencia de sí; es un instrumento. Pero el iluminismo es la filosofía que identifica la verdad con el sistema científico (...) Las doctrinas morales del iluminismo son testimonio de un esfuerzo desesperado para hallar, en sustitución de la religión debilitada, una razón intelectual para perdurar en la sociedad incluso cuando el interés disminuye (...) El intento de Kant por deducir el deber del respeto recíproco hacia una ley de la razón, carece de todo sostén crítico. Es el habitual intento del pensamiento burgués de fundar el cuidado, sin el cual no habría civilización, sobre otra cosa que no sea el interés material y la violencia (...) El burgués que dejase escapar una ganancia sólo por el motivo kantiano del respeto por la forma desnuda de la ley no sería iluminado, sino supersticioso: sería un loco. En la base del optimismo kantiano para el que el obrar moral tiene buenas probabilidades de triunfo está el horror ante el peligro de una recaída en la barbarie (...) Pero frente a la razón científica las fuerzas morales son, según el mismo Kant, impulsos y conductas no menos neutros que las inmorales, en las que por lo demás se convierten inmediatamente si se orientan, no tanto hacia esa posibilidad oculta, como hacia la conciliación con el poder. El orden totalitario ha cumplido todo esto al pie de la letra. Sustraído al control de su propia clase, que imponía al hombre de negocios del siglo XIX el respeto y el amor mutuo kantianos, el fascismo, que ahorra a sus súbditos los sentimientos morales para someterlos en cambio a una disciplina de hierro, no tiene más necesidad de observar ninguna disciplina. En oposición al imperativo categórico, y en acuerdo tanto más profundo con la razón pura, trata a los hombres como cosas, como centros de comportamiento (...) el orden totalitario pone en posesión de todos sus derechos al pensamiento calculador y se atiene a la ciencia como tal. Su canon es su propia y cruenta eficacia. La mano de la filosofía lo había escrito sobre la pared, desde la crítica kantiana hasta la genealogía nietzcheana de la moral; uno solo lo ha ejecutado hasta el fin y en todos los detalles. La obra del Marqués de Sade muestra al "intelecto sin la guía de otro", es decir, al sujeto burgués liberado de la tutela.

THEODOR ADORNO-MAX HORKHEIMER, Dialéctica del iluminismo. Ed. Sudamericana, 1987.