sábado, abril 22, 2006

EL GRAN INQUISIDOR

El Cardenal y Gran Inquisidor de Sevilla, un anciano ascético de noventa años, en el que parece haberse extinguido toda vida si no fuera porque en sus ojos todavía brilla un oscuro fulgor, fue cierto día -así lo dice Iván en su "poema fantástico"- testigo del regreso de Cristo. Jesús había repetido ante la Catedral su milagro de antaño y con una sencilla palabra había resucitado a un niño muerto. Parece como si el viejo hubiera captado rápidamente el sentido de este precedente y, sin embargo, su reacción es paradójica. En lugar de honrar al Señor regresado, extiende los esqueléticos dedos hacia él y ordena a la guardia que capture al hombre y le encierre en las mazamorras del Santo Tribunal. Por la noche, el anciano baja a la mazamorra y dice a Jesús: "¿Eres efectivamente tú?, ¿tú?" Sin embargo, antes de que reciba respuesta añade rápidamente: "No contestes, cállate. ¿Qué podrías decirme? Sé suficientemente lo que me dirías. Ni siquiera tienes derecho a añadir nada a lo que ya dijiste antes. ¿Por qué has venido a molestarnos? Pues has venido a molestarnos y eso lo sabes tú bien. Pero ¿sabes que pasará mañana? No sé quien eres y tampoco quiero saberlo, no sé si eres tú realmente o sólo eres su viva imagen; sin embargo, mañana te juzgaré y mandaré quemar en la hoguera como el peor de todos los herejes, y el mismo pueblo que hoy ha besado tus pies, mañana, a una señal mía, se precipitará a echar carbón a tu pira. ¿Lo sabes? Sí, quizá lo sepas.

FEDOR DOSTOIEVSKI, Los hermanos Karamazov. Ed. Porrúa, 1992.