La violencia física ejercida intencionalmente contra la gente tiene una conexión con el medio del poder orientado por la acción, en que elimina la acción por medio de la acción y, con esto, excluye una transmisión comunicativa de premisas reducidas de toma de decisiones. Con estas cualidades, la violencia física no puede ser poder, pero conforma el caso extremo inevitable de una alternativa de evitación que forma poder. En esta situación, las características de los mecanismos simbióticos entran en operación: la posibilidad del uso de la violencia no puede ser ignorada por la persona afectada; ofrece al superior un alto grado de seguridad al perseguir sus metas; puede aplicarse casi universalmente, ya que es un medio que no está atado a metas particulares, a situaciones particulares o a motivos particulares de la persona afectada (...) El poder basado en la violencia se caracteriza por un principio de orientación relativamente simple que se relaciona bastante con las decisiones y que, al mismo tiempo, es compatible con una complejidad mayor. Un principio de orientación como éste, si coincide con una discontinuidad entre el sistema y el entorno, puede ocasionar la construcción de sistemas altamente complejos, por medio del efecto acumulativo de pasos simples. Las reducciones transmitidas por el poder pueden elegirse con base en la superioridad en violencia, de modo tal que pongan en acción nuevas fuentes de poder, por ejemplo, formando cadenas. De este modo, de condiciones simples puede surgir un sistema de complejidad contingente, la ordenación exitosa del cual lo hace ampliamente independiente de las precondiciones para su inicio. En este desarrollo -que de ninguna manera es inevitable- se diferencian las condiciones genéticas y las condiciones de control del poder. En un sentido genético y en el sentido de las condiciones esenciales mínimas, el sistema se basa en la violencia, pero después no se va a controlar a través de la violencia. La racionalización de su complejidad se convierte en un problema. El surgimiento del Estado soberano moderno basado en el monopolio de la toma de decisiones sobre el uso de la violencia física, y su inflación a un grado de complejidad que difícilmente puede controlarse, es el ejemplo más significativo de este desarrollo en el ámbito social general. Al mismo tiempo, esta teoría del poder explica el modo en que esta situación es propicia para la revolución, es decir, para el recurso de la violencia con el objeto de modificar un sistema incontrolablemente complejo, por medio de la progresión regresiva (...) Ni la legitimidad ni la violencia surgen sin la mediación de los procesos simbólicos. Los conceptos no caracterizan ni a la oposición simple ni a los polos duales de una dimensión única, de modo tal que se podría decir: mientras más violencia, menos legitimidad, y viceversa. Más bien las interdependencias simbólicas existen en el sentido de que las regulaciones de la relación con el nivel simbiótico, es decir, con la parte orgánica de la existencia social, no pueden alcanzarse sin tomar en consideración otras exigencias sobre el medio de comunicación. La acción combinada de ambas es necesaria para el procesamiento de las contingencias y las precondiciones para esta acción combinada pueden variar a medida que se desarrollan. Sobre todo, dependen de la diferenciación de un mecanismo de poder específicamente político y de su asequibilidad universal en toda la sociedad.
NIKLAS LUHMANN, Poder. Ed. Anthropos, 1995. Hay una nueva versión de 2005.