Cuando el Tercer Reich se embarcó en su plan de conquista y genocidio, IBM y sus subsidiarias ayudaron a crear tecnologías que posibilitaron programas de identificación y clasificación desconocidos hasta ese momento. Sólo después de haber identificado a los judíos -una tarea monumental y compleja que Hitler quería terminada de inmediato-, se podía lograr una eficiente confiscación de bienes, reclusión en guettos, deportación, explotación laboral y, en última instancia, aniquilación. Era un trabajo de cruce de datos y un desafío de organización tan colosal que exigía una computadora. Por supuesto, en los años 30, las computadoras no existían. Pero la tecnología de las tarjetas perforadas de Hollerith sí existía. Con la ayuda de estos sistemas adaptados a la medida de sus necesidades, Hitler pudo automatizar la persecución de los judíos. Los historiadores han manifestado siempre su sorpresa ante la velocidad y la precisión con que los nazis fueron capaces de identificar y localizar a los judíos europeos. El hecho es que se usó la tecnología de IBM para organizar desde la identificación de los judíos a través de censos, registros y programas de rastreos de antepasados, hasta el manejo de los ferrocarriles y la organización del trabajo de esclavos en los campos de concentración. IBM y su subsidiaria alemana diseñaron uno a uno los complejos procedimientos, anticipándose a las necesidades del Reich. IBM no se limitó a vender las máquinas, sino que facilitó una amplia colaboración y ayuda técnica, convirtiéndose en el único proveedor de los millones de tarjetas perforadas que Hitler necesitaba (...) Casi todos los campos de concentración nazis tenían un departamento para el sistema Hollerith conocido como el Hollerith Abteilung. En algunos campos, como Dachau y Storkow, se instalaron hasta dos docenas de clasificadoras, tabuladoras e impresoras de IBM. En otros sólo trabajaban con perforadoras y sometían a sus tarjetas a sedes centrales, como Mauthausen o Berlín. Casi siempre el equipo de IBM estaba localizado dentro del campo mismo, consignado a un departamento especial llamado Oficina de Asignación de Trabajo... Éste distribuía todas las importantísimas asignaciones laborales diarias y procesaba las tarjetas de los reclusos y listas de transferencias de tareas. Esto hacía necesario un tráfico constante de listas, tarjetas perforadas y documentos codificados, pues cada paso de la existencia del prisionero se regimentaba y rastreaba.
El Reich de Hitler estableció campos de concentración en toda Europa, pero no todos eran iguales. Algunos, como Buchenwald en Alemania, eran campos de trabajo donde los reclusos trabajaban hasta morir. Varios, como Westerbork en Holanda, eran campamentos de tránsito, es decir, sitios en route hacia otros destinos. Una cantidad de campos, como Treblinka, en Polonia, tenían el único propósito de ejecutar el exterminio inmediato en las cámaras de gas. Y otros, como Auschwitz, combinaban funciones de los otros tres.
Sin la maquinaria de IBM y su mantenimiento permanente, así como también el abastecimiento de tarjetas perforadas, los campos de concentración de Hitler nunca podrían haber manejado la cantidad de prisioneros que tenían. A los campos principales se les asignó un número Hollerith codificado para el trabajo rutinario: Auschwitz, 001; Buchenwald, 002; Dachau 003; Flossenburg, 004; Gross-Rosen, 005; Herzogenbusch, 006; Mauthausen, 007; Natzweiler, 008; Neuengamme, 009; Ravensbruck, 010; Sachsenhausen, 011; Stutthof, 012.
Auschwitz, codificado 001, no era un campo solamente, sino un vasto complejo compuesto de barracas de tránsito, fábricas y granjas de esclavos, cámaras de gas y crematorios. La Oficina de Asignación alojaba el equipo Hollerith. En la mayoría de los campos, la Oficina no sólo tabulaba la asignación de tareas, sino también el índice del hospital del campo y la estadística general de muertes y de reclusos para la Sección Política (...) Las imprentas de Auschwitz producían las tarjetas personales de reclusos para el sistema Hollerith de la mayoría de los otros campos de concentración (...) Toda la información de los reclusos de Auschwitz, incluyendo la de los trabajadores que todavía vivían, las muertes y los traslados, se perforaban en el sistema Hollerith de los campamentos. Todos los días los departamentos Hollerith de los distintos campos cablegrafiaban los totales tabulados a la Administración Económica de la SS y de otras oficinas en Berlín. El rastreo del sistema Hollerith era el único usado para supervisar la constantemente cambiante población de los campos. El Archivo Central de Reclusos en la Administración Económica de la SS era un simple archivo de papeles, pero toda la información se perforaba en los bancos centrales de datos Hollerith en Berlín y Oranenburg. Para cada prisionero había una tarjeta de papel que en la parte superior llevaba la palabra "tarjeta de recluso". Esta tarjeta llevaba toda la información personal manuscrita, y cada renglón tenía a su lado los números del código Hollerith correspondiente, para ser perforados en el equipo de IBM. No se usaban nombres para identificar a los prisioneros en este archivo: sólo el número Hollerith que se le había asignado, generalmente de cinco dígitos, pero muchas veces de seis, pues se le prefijaba un cero. Cada número de 5 o 6 dígitos se acopló a un número de campo de concentración. Por lo tanto, cada campo podía registrar potencialmente 999.999 prisioneros (...) En los departamentos Hollerith de los campos de concentración no podía trabajar cualquiera. Se necesitaban los denominados expertos en el sistema Hollerith, entrenados por una subsidiaria de IBM, ya fuera Dehomag en Alemania o cualquiera de las otras, según la ubicación (...) La prodigiosa tarea de programar con eficiencia la deportación de las ciudades, las asignaciones diarias de tareas y los horarios de exterminio habrían sido imposibles sin los informes diarios de la fuerza numérica. Cuando los campos llegaban al máximo de su inhumana capacidad de superpoblación, Berlín enviaba órdenes de reducir la densidad. Estas órdenes periódicas, emitidas por la Administración Económica de la SS, se basaban sobre las estadísticas provistas por la maquinaria Hollerith tanto en los campos como en el cuartel general de administración de los campos (...) Maschinelles Berichtwesen, la agencia central de tarjetas perforadas del Reich, contribuyó a desarrollar la tarjeta para trabajo de esclavos en conjunción con los ingenieros de Dehomag. Estas tarjetas enumeraban a los reclusos por nacionalidad y oficio. Después de comparar a un grupo de los millones de esclavos y trabajadores reclutados, tanto en los campos de concentración como en los batallones de obreros extranjeros que llegaban, con los numerosos pedidos de las compañías privadas y empresas públicas, DII podía ubicar rápidamente a los trabajadores donde se necesitaban, y cuando se necesitaban. En este sentido, DII funcionaba como cualquier agencia de colocación de trabajo (...) Todo infierno tiene su propia jerarquía. Cada código Hollerith acarreaba consecuencias. En los campos de concentración, los niveles de inhumanidad, dolor y tortura no eran tanto el resultado fortuito del encarcelamiento como un destino asegurado por los códigos Hollerith. Muchos grupos de seres infortunados eran embarcados a los campos, pero los judíos, con su código específico, estaban reservados para crueldades especiales que los obligaba a llevar una vida más torturada o a morir una muerte más infame (...) Más que un departamento estadístico, por su propia naturaleza, el complejo Hollerith de Friedrichstrasse ayudaba a Hitler, Himmler, Heydrich y Eichmann a ordenar, catalogar y administrar la logística del genocidio, aparentemente imposible, en docenas de ciudades en más de veinte países y territorios. No sólo contaban personas y se las clasificaba para su deportación. Se asignaban locomotoras y vagones y se fijaban intrincados horarios de trenes a través de fronteras marcadas por las cicatrices de las batallas, todo esto mientras se libraba una guerra en dos frentes. La tecnología posibilitó que la Alemania nazi orquestara la muerte de millones sin omitir a ninguno (...) En el genocidio, los judíos perdieron su identidad. Fueron reducidos a meros registros de datos sin nombre. Ahora cada judío asesinado ya ni siquiera representaba una muerte individual. Ahora cada cadáver constituía un simple componente en una serie estadística mucho mayor que significaba la aniquilación total (...) Sólo en el momento del exterminio los judíos de Europa se liberaban por fin de las Hollerith de Hitler.
EDWIN BLACK, IBM y el Holocausto. Ed. Atlántida, 2001.