La figura de Baudelaire entra de manera decisiva en su fama. Para la masa pequeñoburguesa de lectores su historia fue la image d´Epinal, la "historia de vida" ilustrada de un libertino. Esta imagen contribuyó en mucho a la fama de Baudelaire -a pesar de que quienes la difundieron no se hallaban precisamente entre sus amigos. A esta imagen se superpuso otra cuya influencia no fue tan amplia pero tal vez haya sido más duradera: allí, Baudelaire aparece como representante de una pasión estética igual a la que concibió Kierkegaard en la misma época. No puede existir ningún estudio en profundidad de Baudelaire que no se ocupe de la imagen de su vida. En realidad, esta imagen está determinada por el hecho de que fue él el primero en tomar conciencia, y lo hizo de un modo rico en consecuencias, de que la burguesía estaba a punto de retirarle su misión al poeta. ¿Cuál misión social podía tomar su lugar? Esta misión no podía encontrarse en ninguna clase social: debía inferirse principalmente del mercado y de sus crisis. Lo que ocupaba a Baudelaire no era la demanda manifiesta a corto plazo sino la demanda latente a largo plazo. Las Flores del mal comprueban que la estimó correctamente. Pero el ámbito del mercado en el que apareció esta demanda requería una forma de producción y de vida muy distinta de la de los poetas anteriores. Baudelaire tuvo que reivindicar la dignidad del poeta en una sociedad que ya no tenía dignidad alguna que conferirle. De ahí la bufonería de su presencia. En Baudelaire, el poeta expresa por primera vez su pretensión a un valor de exposición. Baudelaire fue su propio empresario (...) Interrumpir el curso del mundo -ese era el deseo más profundo de Baudelaire. El deseo de Josué. No tanto el profético: porque él no pensaba en un retorno. De este deseo nacía su violencia, su impaciencia y su ira; de él surgieron también los reiterados intentos de herir de muerte el corazón del mundo o de dormirlo mediante su canto.
WALTER BENJAMIN, Cuadros de un pensamiento. Ed. Imago Mundi, 1992.