viernes, mayo 05, 2006

HOTELES

Es una suerte que los hoteles modernos simplifiquen el asunto. Por ejemplo, en contraste con la ciudad de La Paz está el hotel Europa. Internacional, moderno. Con su decoración teatral, con sus empleados con uniformes de opereta que obsequian con amabilidad a quien cruza por la puerta con aire de tener con qué pagar... ¿quién no se siente un señor, sin seguir ninguna regla complicada? La falta de tacto es excentricidad. Aunque junta gente como otros internados, no pertenece a la letra C (cárcel, cuartel, colegio, campamento, casa de prostitución, campo de concentración, crucero marítimo). Tampoco es un convento, aunque merodean jóvenes pupilas que viven de la secta del Fénix, algunas veces sin distinción del género sexual. Braun leyó sobre el tema en un libro de Armando de Miguel, un sociólogo español.
A la inversa, son los hospitales, los asilos y los prostíbulos los que adoptan apariencias de hoteles para amortiguar el peso social de sus inquietantes actividades, lindantes con el sexo y la muerte. Hotel, una palabra francesa. Hotel, hostería y hostal tienen la misma raíz que hospicio. El hostes, conocido como huésped, es tanto el que recibe como el que se aloja. En inglés, el latino host para el que recibe y el anglosajón guest para el anfitrión, cuidan una sutil asimetría.
Los turistas y los clientes forman un internado fugaz, y aunque quieran conocer el lugar, se revela un interés superficial: el souvenir dice aquí estuve, he marcado ese territorio al realizar mis funciones, al deslizarme por lugares señalados por toneladas de historia. Por eso el turismo no crea lazos entre los pueblos, exceptuando los ya existentes (como los lazos que mantienen los aristócratas, los escritores y los artistas en general). También los profesionales dibujan circuitos obligados, como parte de la carrera, con el pretexto de un intercambio de saberes que se reduce a un trueque de tarjetas.
En el hotel queda suspendida la regla puritana de la familia y el trabajo; para evitar el relajo hay reglas de cortesía, y hasta de rigurosa etiqueta.
El hotel Europa no era como el Ritz, más bien parecía un primo de algún Holiday Inn. No tenían salones espaciosos para conversar, sino lugares para consumir (restaurante, piscina). Los clientes se mantenían en actividad. Cuando no consumían algo digerible, podían consumir ropa, relojes, alhajas.
Braun supone que el hotel de La Paz, como cualquier lugar parecido, tiene una relación sigilosa con la policía: la Recepción sabe el sexo, el domicilio, la profesión y el estado civil de cada uno. Además de la procedencia, y el número de documento (...) La iluminación, a pesar del precio, no permite leer (actividad que consumiría el tiempo disponible para consumir en el hotel y/o la ciudad). Hay sala de convenciones, tarjetas de identificación en la solapa, y carpetas con papeles impresos. Gente de empresas que solventan actividades que se sustraen al control fiscal, y resultan una gratificación para sus empleados. Pero el ritmo se estabiliza, el tedio se instala. A Braun le sería difícil vivir en La Paz o en Santa Cruz (...) No tiene prisa por salir de Buenos Aires, pero quiere imaginar un lugar diferente donde le fuera posible residir.

GERMÁN GARCÍA, La fortuna. Ediciones de la Flor, 2004.