El pensamiento o, si se prefiere, la actitud mental de Galileo difiere sensiblemente de la de Descartes. No es puramente matemática, es físico-matemática. Galileo no emite hipótesis sobre los modos posibles del movimiento acelerado: lo que busca es el modo real, el modo que emplea la naturaleza. Galileo no parte, como Descartes, de un mecanismo causal, a fin de traducirlo luego a una relación puramente geométrica; o, incluso, de sustituirlo por tal relación. Galileo parte de la idea -preconcebida sin duda, pero que constituye la base de su filosofía de la naturaleza- de que las leyes de la naturaleza son leyes matemáticas. Lo real encarna lo matemático. Por eso no hay en Galileo separación entre la experiencia y la teoría; la teoría, la fórmula, no se aplica a los fenómenos del exterior, no "salva" esos fenómenos, expresa su esencia. La naturaleza no responde más que a las preguntas formuladas en lenguaje matemático, porque la naturaleza es el reino de la medida y del orden. Y si la experiencia guía "como de la mano" al razonamiento es porque, en la experiencia bien realizada, o sea en la pregunta bien planteada, la naturaleza revela su profunda esencia que, por lo demás, sólo el intelecto es capaz de captar (...) Galileo triunfó allí donde fracasó Descartes. Supo comprender y mantener en y por el pensamiento la paradójica noción del movimiento, hacer de ella la base de sus razonamientos. Descartes no lo logró, al menos al principio. ¿Le podemos culpar de eso? ¿No hay en esa resistencia cartesiana un indicio de algo importante y profundo? Nosotros así lo creemos: la noción clásica de movimiento (la misma que Descartes recogerá más tarde, permitiéndole formular el principio de inercia y consiguiendo el desquite sobre Galileo) no es tan clara y distinta como se ha dicho, como él ha dicho. Un cambio que es un estado... lo Mismo que es lo Otro... sólo por "fuerza" es posible hacer coincidir estos conceptos, como antaño lo hiciera el demiurgo de Platón.
ALEXANDRE KOYRÉ, Estudios galileanos. Ed. Siglo XXI, 1985.