domingo, mayo 21, 2006

UN DÍA EN LA ESCUELA

Un día, en la escuela -un instituto únicamente para varones en la frontera entre Londres y Kent-, nuestro profesor de música nos dijo que John Lennon y Paul Mc Cartney no eran en realidad los autores de las famosas canciones de los Beatles que tanto nos gustaban. Fue en 1968 y yo tenía trece años. Por primera vez en las clases de apreciación musical, íbamos a escuchar a los Beatles sin los bajos (...) Para el señor Hogg, nuestro profesor de música e instrucción religiosa, el bajo "oscurecía" la música. Pero escuchar cualquier cosa de los Beatles en la escuela era enaltecedor, un acto tan extraordinariamente liberal que resultaba confuso. El señor Hogg levantó la tapa del equipo estereofónico de la escuela (...) puso "She is leaving home" sin ninguna introducción, pero tan pronto como comenzó a sonar, el inició su análisis de los Beatles. Lo que dijo fue devastador, si bien lo hizo de una manera sencilla, como si estuviera exponiendo algo que era obvio. Éstos eran los hechos: Lennon y McCartney no podían haber escrito las canciones que se les adjudicaban; era un fraude; no podíamos dejarnos engañar por los Beatles, ellos sólo eran los hombres de paja (...) Yo estaba perplejo. ¿Cómo podía creer algo tan absurdo? En realidad, ¿qué había detrás de esa idea? El señor Hogg nos dijo que Brian Epstein y George Martin habían escrito las canciones (...) "En sus discos los que tocan son músicos de verdad", dijo. Luego guardó el disco en su famosa funda y cambió de tema. Pero yo pensé en la teoría de Hogg durante días (...) Los "cabezas de estropajo" ni siquiera sabían leer música..., ¿cómo iban a ser unos genios? Para el señor Hogg resultaba insoportable que cuatro hombres jóvenes, sin ninguna educación importante, pudiesen ser los portadores de tanto talento y merecedores de la aclamación de la crítica (...) Como es obvio, los Beatles no habían nacido inmersos en el conocimiento. Tampoco lo habían adquirido en ninguna academia o universidad reconocidas. Por el contrario, con apenas veinte años cumplidos, los Fabulosos hacían cultura una y otra vez, sin ningún esfuerzo, incluso mientras gesticulaban y hacían guiños ante las cámaras como si fuesen escolares (...) para Hogg las canciones no eran de los Beatles porque ellos eran muchachos como nosotros: ignorantes, groseros, maleducados; muchachos que jamás, en un mundo justo, conseguirían hacer nada importante con sus vidas. Esta creencia implícita, o forma de desprecio, no era abstracta. Nosotros sentíamos y algunas veces reconocíamos -y la actitud de Hogg hacia los Beatles lo ejemplificaba- que nuestros maestros no sentían ningún respeto hacia nosotros como personas capaces de aprender, de encontrar que el mundo era interesante y de querer conocerlo.

HANIF KUREISHI, Soñar y contar. Ed. Anagrama, 2004.