lunes, mayo 01, 2006

CONTRA LA UTOPÍA ECONÓMICA

La imagen ideal virtuosa y racional del mundo coincide con una utopía económica del mundo y todos los planteamientos tienen como punto de referencia las reivindicaciones económicas. Lo ineluctable consiste en que dentro de ese mundo de explotadores y explotados no es posible ninguna magnitud de la cual no decida una instancia suprema; y esa instancia suprema es lo económico. Hay aquí dos especies de hombre, dos especies de arte, dos especies de moral -pero no se necesita mucha perspicacia para reparar en que es una sola fuente la que alimenta esas dualidades. A uno y el mismo progreso refieren también su justificación quienes libran el combate económico (...) Lo que hemos de ver es que existe, que está ahí, una dictadura del pensamiento económico en sí y que esa dictadura abarca dentro de su perímetro cualquier otra dictadura posible y coarta las medidas que ésta pueda tomar. Pues dentro de ese mundo no es posible efectuar ningún movimiento que no agite otra vez el turbio fango de los intereses, y no hay dentro de él ninguna posición desde la cual pueda romperse el frente. El centro de ese cosmos está formado por la economía como tal, por la interpretación económica del mundo, y es ella la que otorga su peso a cada una de las partes (...) Es bien sencillo el secreto que aquí se esconde: consiste, en primer lugar, en que la economía no es un poder capaz de otorgar libertad, y, en segundo lugar, en que el sentido económico no está en condiciones de abrirse paso hasta los elementos de la libertad -con todo, para poder adivinar ese secreto son precisos los ojos de una generación nueva (...) Ese es el motivo por el cual tiene tanta importancia para el trabajador el que rechace todas las explicaciones que pretenden interpretar su aparición como un fenómeno económico, más aún, como un producto de procesos económicos; ese es el motivo por el cual tiene tanta importancia para el trabajador el que cale la procedencia burguesa de tales explicaciones. La medida que más eficazmente puede cortar esas funestas ataduras es que el trabajador se declare independiente del mundo económico. Pero tal cosa no significa renunciar a ese mundo, sino subordinarlo a una reivindicación de dominio de índole más amplia. Significa que el eje de la sublevación no es ni la libertad económica ni el poder económico, sino el poder en sí. Al introducir taimadamente sus propios objetivos en los objetivos del trabajador, el burgués restringió a la vez el objetivo del ataque a un objetivo burgués (...) Para hacer realidad ese mundo vislumbrado no es suficiente, sin embargo, un combate por la libertad cuya conciencia se alimente del hecho de la explotación. Todo depende, antes bien, de que el trabajador se percate de su superioridad y de que se cree, sacándolas de ella, sus propias normas, por las cuales habrá de regirse su dominio futuro (...) Si es que queremos atrevernos a emprender una ofensiva nueva, no podemos hacerlo sino en dirección a unos objetivos nuevos. Esto tiene como presupuesto un frente diferente y unos aliados diferentes. Esto tiene como presupuesto que el trabajador se conciba a sí mismo de una manera diferente y que en sus movimientos cese de expresarse un reflejo de la conciencia burguesa y comience a expresarse una conciencia peculiar de sí mismo.

ERNST JÜNGER, El trabajador. Ed. Tusquets, 1993.