Para Roberto Arlt la sociedad se asienta en la ficción porque el fundamento último de la sociedad es el dinero. Objeto mágico, ese papel que acredita el Estado es el signo vacío del poder absoluto. Hacer dinero: Arlt toma esa frase como esencia de la sociedad y la interpreta literalmente. Hacer dinero quiere decir fabricarlo: la falsificación es la estrategia central de la contraeconomía arltiana. El falsificador es un artista, el poeta del capitalismo (...) ¿Qué es lo falso y qué es lo verdadero? Arlt piensa esa cuestión desde el dinero. ¿Cómo hacer pasar por legítimo lo que es falso? Allí concentra su poética: la falsificación es el modelo de la ficción arltiana. El dinero, podría decir Arlt, es el mejor novelista del mundo: convierte en destino la vida de los hombres. En sus novelas el dinero aparece como causa y como efecto de la ficción. Causa, porque para tenerlo es preciso mentir, estafar, hacer el cuento. Efecto, porque ese enriquecimiento siempre postergado desencadena la historia de todo lo que se va a hacer, cuando se tenga dinero. En ese sentido, la sociedad secreta que construye el Astrólogo es una fábrica de producir relatos y de buscar plata. El Buscador de Oro, el Rufián Melancólico, Ergueta, Erdosain, todos traen la historia del dinero que han ganado, que deben, que quieren tener. En las novelas de Arlt el dinero define los enigmas y el suspenso de la trama (...) Inventores, falsificadores, estafadores, estos "soñadores" son los hombres de la magia capitalista: trabajan para sacar dinero de la imaginería. El punto final de ese camino es la locura. Para Arlt la locura es la ilusión de zafar de la miseria. Estar loco es ir más allá de lo posible, cruzar el límite: cambiar las relaciones de causalidad, manejar el azar, adivinar el porvenir, rechazar la realidad. La locura arltiana es una forma de la utopía popular. Se sale de la pobreza también por medio de los sueños locos y los proyectos imposibles (...) Para Arlt el trabajo sólo produce miseria y ésa es la verdad última de la sociedad. Los hombres que viven de su sueldo no tienen nada que contar salvo el dinero que ganan. No hay historia posible en el mundo del trabajo (...) Para Arlt el que tiene dinero esconde un crimen. El enriquecimiento es siempre ilegal, por principio. Los ricos tienen algo demoníaco, tienen el poder de hacerlo todo. "Los ricos, aburridos de escuchar las quejas de los miserables, construyeron tremendos jaulones. Verdugos cazaban a los pobres con lazos de acogotar perros". Esa escena sintetiza la versión arltiana de la lucha de clases.
RICARDO PIGLIA, La Argentina en pedazos. Ed. de la Urraca, 1993.