jueves, mayo 11, 2006

CINISMO SEÑORIAL

También la libertad de las prepotencias es una libertad doble. Comprende, en primer lugar, los privilegios y libertades señoriales que van unidos a la misma prepotencia. No es ninguna insolencia tomarse estas libertades y sólo hay que tener un cierto sentido del tacto para no hacerlo de una manera ostentosa. La mayoría de los antiguos Seigneurs no han hecho uso, por ejemplo, del derecho del feudalismo sexual, del "derecho de pernada de la primera noche" con las novias de los siervos, y la high life de los millonarios de hoy día se oculta discretamente detrás de fachadas de clases medias o en círculos sociales cerrados.
Pero también en los poderosos existe algo equiparable a las medias libertades. Tales, por regla general, son las que se toman sólo bajo presión, ya que con ello se manifiestan a la conciencia enemiga. La conciencia señorial conoce su insolencia específica: el cinismo señorial en el sentido moderno de la palabra, a diferencia de la ofensiva quínica. El quinismo antiguo, el primario, el agresivo, fue una antítesis plebeya contra el idealismo. El cinismo moderno, por el contrario, es la antítesis contra el idealismo propio como ideología y como mascarada. El señor cínico alza ligeramente la máscara, sonríe a su débil contrincante y le oprime. C´est la vie. Nobleza obliga. Tiene que haber orden. Las necesidades de hecho van a menudo más allá de la inteligencia de los afectados, ¿no es verdad? ¡Necesidad de poder, necesidad de hecho! La prepotencia airea en sus cinismos un poco de sus secretos, practica una media autoilustración y se va de la lengua. El cinismo señorial es una insolencia que ha cambiado de lado. Ahí no es David quien provoca a Goliath, sino que los Goliaths de todos los tiempos -desde los arrogantes reyes militares asirios hasta la moderna burocracia- enseñan a los Davides, valientes pero sin perspectiva, dónde es arriba y dónde es abajo; cinismo al servicio del Estado (...) Tan pronto como la conciencia de señores con sus cinismos se desenmascara, aunque sea un poco, se manifiesta en la antipotencia. Pero, ¿qué pasa cuando no hay nadie? En sociedades en las que ya no se ofrece ninguna alternativa afectiva moral más y en las que potenciales antipotencias están implicadas en su mayor parte en los aparatos del poder, no hay nadie que pueda rebelarse contra los cinismos de la prepotencia. Cuanto más carente de alternativas aparezca una sociedad moderna tanto más se permitirá el cinismo.

PETER SLOTERDIJK, Crítica de la razón cínica. Ed Taurus, 1989. Hay una nueva edición en Ed. Siruela, 2004.