viernes, mayo 12, 2006

DESCARTES

Y ahí lo tenemos, a los 32 años, ante el desmesurado problema de instituir un método universal. Pero es una tarea de tal magnitud que, pese a toda la seguridad y confianza en sí mismo bien justificada por los brillantísimos éxitos en matemática, continúa siendo una aventura en la que se encuentra comprometido todo su porvenir. Es importante que la mente que debe dedicar todos sus esfuerzos a este tema fundamental se vea desligada de las obligaciones del mundo, preservada de las preocupaciones y de las molestias que pueden crearle autoridades de todas clases, incluso al más aislado y meditativo de los seres. Descartes se crea una política de prudencia, de reserva y de retiro, hasta de desconfianza con respecto a los hombres. Con respecto a sí mismo, se exhorta a la renuncia; se prohíbe desear; quiere convencerse de que lo único que posee son sus pensamientos; y finalmente toma la decisión de ir a vivir a Holanda, cuya lengua desconoce y donde solamente mantendrá las relaciones que haya deseado y creado, entre gentes que se ocupan de mercadear y que "se preocupan más de sus propios asuntos que de curiosear en los ajenos". Se pone de una vez por todas en guardia contra todo aquello que pueda distraerle de su objetivo; estará en regla con las leyes, será respetuoso con las costumbres, con la religión, con la opinión y con las opiniones, reservándose el cambiar las suyas según su humor y según las circunstancias. O sea probabilismo, o en la jerga moderna: conformismo y oportunismo. Se crea una buena conducta gracias a la cual podrá desarrollar su abstracta temeridad. No todo el mundo está de acuerdo sobre la conducta que debe mantener un "hombre de ideas" con respecto al entorno social que le rodea, le tienta, le persigue y le solicita. La vanidad ataca su orgullo. Los placeres corrompen sus delicias internas. Las necesidades materiales atraviesan sus pensamientos con sus preocupaciones quitándole fuerzas y tiempo. El poder y los partidos sólo pueden verlo como un ser peligroso, o inútil, o utilizable, pues no son capaces de ver a las personas de otra manera. En suma el instinto de proseguir una obra larga y rigurosa de la mente se ve necesariamente contrariado por todo aquello que hace que un hombre no sea solamente espíritu ni pueda alimentarse sólo de espíritu. Pero sucede a veces que esas contrariedades engendran en ese mismo espíritu poderes o destellos inesperados. El accidente exterior excita en ocasiones algún acontecimiento accidental íntimo que será lo que llamamos un "rasgo de genio", de suerte que finalmente hay que aceptar que todo ha sido para bien, incluso en el peor de los mundos.

PAUL VALÉRY, Estudios filosóficos. Ed. Visor, 1993.