El rescate del material humano sobrante del Tercer Reich trajo aparejado el problema de encontrar trabajo para los recién llegados, que en una gran cantidad de casos eran oficiales SS sin conocimientos profesionales o experiencia previa en el mundo laboral. En 1950 por lo tanto, Carlos Fuldner constituyó la Compañía Argentina para Proyectos y Realizaciones Industriales (CAPRI). Nacida bajo la inspiración de Ludwig Freude (...) el directorio incluía entre sus miembros al ex espía nazi y amigo de Perón, August Siebrecht. El hecho de que CAPRI era una bolsa de trabajo para nazis desocupados era tan conocido en la comunidad alemana que se la rebautizó como la Compañía Alemana Para Recién Inmigrados (...) La compañía tenía sus oficinas en la avenida Córdoba 374, junto con la institución bancaria Fuldner y Compañía, que atendía en el quinto piso del edificio. Actuaba en el ámbito del ente estatal Agua y Energía Eléctrica bajo un decreto regulatorio del año 1947. Hasta 1955 se dedicó al estudio del curso de ríos en la provincia de Tucumán (...) bajo una adjudicación ganada por Fuldner dentro del plan quinquenal peronista. A CAPRI se unió también Carlos Schulz tras perder su puesto como edecán del coronel Domingo Mercante. Schulz organizó el trabajo de campo en Tucumán, proveyendo a sus empleados de documentos de identidad "CAPRI" firmados por el jefe de policía de la provincia, una ocurrencia ingeniosa que facilitó luego la obtención de documentos oficiales argentinos para varios fugitivos. Schultz organizó también la sucursal de CAPRI en el pueblo abandonado de Cadillal, a 32 km. de la ciudad de Tucumán, abriendo una casilla de correo allí donde llegaban las cédulas de identidad obtenidas para los alemanes, incluyendo una a nombre de Ricardo Klement, el alias tras el cual se escudaba la siniestra figura de Adolf Eichmann, ordenador del transporte de judíos a los campos de concentración del nazismo durante la guerra.
El mismo Perón durante sus años de exilio en Madrid admitió a quien quisiera preguntarle su relación personal con criminales nazis fugitivos en la Argentina. Así, la mañana del 9 de septiembre de 1970 relataba con entusiasmo al periodista argentino Tomás Eloy Martínez cómo durante su segundo gobierno "un especialista en genética... solía visitarlo en la residencia presidencial de Olivos, entreteniéndolo con el relato de sus maravillosos descubrimientos." (...) El periodista preguntó si recordaba el nombre del "geneticista" (...) "se llamaba Gregor. Doctor Gregor." La hospitalidad del presidente se extendía desde criminales adinerados y bien protegidos por la comunidad alemana local tales como el doctor Josef Mengele de Auschwitz, pues tal era el hombre que se escudaba tras el alias de Helmut Gregor, hasta ignotos ex miembros de las SS que debían ganarse la vida como obreros de la construcción en la quinta de Olivos y que, como Mengele, habían ingresado al país con papeles falsos (...) Para el año 1950 muchos de los espías de la red nazi trabajaban para el gobierno, los expertos en radiocomunicaciones hallaron que sus habilidades eran tenidas en alta estima por los militares argentinos.
UKI GOÑI, Perón y los alemanes. Ed. Sudamericana, 1998.