miércoles, mayo 03, 2006

VAGAS FORMULACIONES

No podemos obviar el tema. Es más, es inevitable. Lo siento por todos los lectores sensibles, pero el pedo no se puede omitir en absoluto. Quien no quiere hablar de él, también tendría que callar sobre el culo (...) Hablar sobre el tema no resulta difícil en la medida en que esto supone un sonido que en situaciones sociales siempre significa algo. Quien sea testigo de un pedo produce innegablemente una interpretación de ese sonido. Resumiendo, la semántica del pedo es incluso un problema bastante complicado, demasiado descuidado por la linguística y la teoría de la comunicación. La escala de significados va desde la vergüenza hasta el desprecio, desde intenciones humorísticas hasta falta de respeto. Maestros, profesores, oradores y participantes en conferencias conocen el tormento de no poder hacer sonar fuertemente una flatulencia imperiosa, ya que un sonido semejante expresa algo que no se quiere decir en realidad. ¿Acaso podría fomentar nuestra empatía con los políticos el que nosotros, al escuchar sus discursos, pensésemos más a menudo que éstos posiblemente están ocupados en reprimir una ventosidad que podría interrumpir por un rato su conferencia? En efecto, el arte de las vagas formulaciones está en relación con el arte de un viento decente: ambas cosas son diplomacia.
Semióticamente, contamos el pedo en el grupo de las señales, es decir, de los signos que ni simbolizan ni reproducen nada, sino que dan indicaciones de un estado. Cuando la locomotora pita, advierte de su acercamiento y de sus posibles peligros. El pedo, entendido como señal, muestra que el abdomen está en plena acción y esto puede tener fatales consecuencias en situaciones en las que toda alusión a ámbitos semejantes es absolutamente indeseada. Ernst Jünger dejó anotado en su Diario parisino, a propósito de la lectura de la Guerra judía del historiador Flavio Josefo, lo que sigue: "De nuevo encontré el pasaje en el que se describe el comienzo de los disturbios que tuvieron lugar en Jerusalén bajo el mandato de Cumano (II, 12). Mientras que los judíos se reunían para la fiesta de los panes ácimos, los romanos dispusieron una cohorte sobre la sala de columnas del templo para observar la muchedumbre. Uno de los soldados de esta cohorte se subió la túnica, volvió el trasero hacia los judíos con una inclinación burlona y dejó escapar el indecente sonido que correspondía a su posición. Y ésta fue la ocasión que dio lugar a un choque que costaría la vida a diez mil personas, de tal manera que se puede hablar del pedo más funesto de la historia mundial".
El cinismo del soldado romano que ventoseó en el templo "de una manera blasfema y políticamente provocadora" encuentra un equivalente de la misma alcurnia en el comentario que hace Jünger, comentario que pasa al campo del cinismo teórico.

PETER SLOTERDIJK, Crítica de la razón cínica. Ed. Taurus, 1989.