sábado, mayo 13, 2006

LABOR Y TRABAJO

¿En qué consiste una vida activa? ¿Qué hacemos cuando actuamos? (...) La vida activa no es solamente aquello a lo que están consagrados la mayoría de los hombres, sino también aquello de lo que ningún hombre puede escapar totalmente. Porque está en la condición humana que la contemplación, por ejemplo, permanezca dependiente de todos los tipos de actividades; depende de la labor que produce todo lo necesario para mantener vivo el organismo humano, depende del trabajo que crea todo lo necesario para albergar el cuerpo humano y necesita la acción con el fin de organizar la vida en común de muchos seres humanos de modo que la paz, la condición para la quietud de la contemplación, esté asegurada (...) ¿Por qué no fue descubierta la vita activa, con todas sus distinciones y articulaciones, tras la moderna ruptura con la tradición y la consiguiente inversión de su orden jerárquico, tras la "re-evaluación de todos los valores" en Marx y Nietzsche? (...) En contra de esta falta de evidencia se presenta el hecho simple y pertinaz de que todas las lenguas europeas, antiguas o modernas, contienen dos palabras no relacionadas etimológicamente para lo que hemos llegado a pensar como la misma actividad (labor y trabajo): de esta forma, el griego distinguía entre ponein y ergazesthai, el latín entre laborare y facere o fabricari, el francés entre travailler y ouvrer, el alemán entre arbeiten y werken. En todos estos casos, los equivalentes de labor tienen una inequívoca connotación de experiencias corporales, de fatiga y de incomodidad, y en la mayoría de los casos se usan significativamente para indicar los dolores de parto. Y el último en usar esta original conexión fue Marx, que definió la labor como la "reproducción de la vida individual", y el engendrar, como la producción de una "vida ajena", como la producción de las especies (...) Es obvio que la labor es una actividad que corresponde a los procesos biológicos del cuerpo, esto es, el metabolismo entre el hombre y la naturaleza, o el modo humano de este metabolismo que compartimos con todos los organismos vivos. Por medio de la labor, los hombres producen lo vitalmente necesario que debe alimentar el proceso de la vida del cuerpo humano. Y dado que este proceso vital, a pesar de conducirnos en un progreso rectilíneo de declive desde el nacimiento a la muerte, es en sí mismo circular, la propia actividad de la labor debe seguir el ciclo de la vida, el movimiento circular de nuestras funciones corporales, lo que significa que la actividad de la labor no conduce nunca a un fin mientras dura la vida; es indefinidamente repetitiva. A diferencia del trabajo, cuyo fin llega cuando el objeto está acabado, listo para ser añadido al mundo común de las cosas y de los objetos, la labor se mueve siempre en el mismo ciclo prescrito por el organismo vivo, y el final de sus fatigas y problemas sólo se da con el fin, es decir, con la muerte del organismo individual. En otras palabras, la labor produce bienes de consumo, y laborar y consumir no son más que dos etapas del siempre recurrente ciclo de la vida biológica. Estas dos etapas del proceso vital se siguen tan exactamente una a otra que casi constituyen uno y el mismo movimiento, que cuando casi ha acabado debe empezar de nuevo. La labor, a diferencia de todas las demás actividades humanas, se halla bajo el signo de la necesidad, de la "necesidad de subsistir" (Locke), de la "eterna necesidad impuesta por la naturaleza" (Marx). De ahí que el auténtico objetivo de la revolución sea, en Marx, no sólo la emancipación de las clases trabajadoras, sino la emancipación del hombre de la labor. Porque "el reino de la libertad empieza solamente donde la labor, determinada por la carencia" y la inmediatez de "las necesidades físicas", acaba (...) El trabajo, como distinto de la labor de nuestro cuerpo, fabrica la pura variedad inacabable de cosas cuya suma total constituye el artificio humano, el mundo en el que vivimos. No son bienes de consumo sino objetos de uso, y su uso no causa su desaparición. Dan al mundo la estabilidad y la solidez sin la cual no se podría confiar en él para albergar esta criatura inestable y mortal que es el hombre.

H. ARENDT, De la historia a la acción. Ed. Paidós, 1995.