En toda la casa, en cada puerta, cuelgan tabletas del tamaño de una mano, con símbolos cabalísticos impresos, para proteger de los malos espíritus a la madre durante el período comprendido entre el nacimiento y la circuncisión, ya que aquellos son singularmente peligrosos en ese período tanto para la madre como para el niño, tal vez porque el cuerpo de la primera está tan abierto que ofrece una cómoda entrada a todo lo malo, y porque el niño, por su parte, no puede ofrecer ninguna resistencia al mal mientras no haya entrado en la Alianza. Por eso acompaña a la madre una mujer, para que no se quede sola un instante. También para alejar a los espíritus malos, durante siete días a partir del nacimiento, exceptuando el viernes, de diez a quince niños, siempre distintos, guiados por el belfer (ayudante del maestro) son conducidos hasta el lecho de la madre, donde repiten el Schema Israel; luego se les reparte golosinas. Se cree que esos inocentes, criaturas de cinco a ocho años, son lo más eficaz para alejar a los malos espíritus, que se vuelven más activos al anochecer. Durante casi toda la semana se suceden los banquetes diarios, y el viernes tiene lugar una fiesta extraordinaria. El día anterior a la circuncisión los espíritus malos están más malos que nunca, por eso la noche es noche de vigilia y hasta que amanece todos montan guardia junto a la madre. La circuncisión se lleva a cabo en presencia de los parientes y los amigos a veces más de cien. Se permite al más distinguido de los asistentes llevar al niño hasta el lugar de la operación. El encargado de la circuncisión, que no cobra nada por su tarea, es generalmente un bebedor, ya que está tan ocupado que no puede participar en las diversas comidas festivas, y por lo tanto sólo toma unos tragos de aguardiente. En consecuencia, todos estos circuncidores tienen la nariz colorada y un aliento fétido. Por eso es poco agradable ver, terminada la circuncisión, que el hombre acerca la boca al miembro ensangrentado y lo chupa, como prescribe la ley. Luego cubren de aserrín el miembro, y más o menos tres días después está curado.
FRANZ KAFKA, Diarios 1910-1913. Ed. Marymar, 1978.