jueves, mayo 04, 2006

ÚLTIMA ENTREVISTA

Cuando estuve en Berlín hace cuatro años, me invitaron a una escuela para escritores y me pidieron que pronunciase un discurso. Dije: "Lo primero que tenéis que hacer, si es que queréis ser escritores, es salir de aquí por las puertas o por las ventanas, da igual, pero huid en seguida, porque no se puede aprender a ser escritor y no se os puede dar ningún consejo, como tampoco se puede dar instrucción a un escritor... El escritor no existe, todo el mundo es escritor, todo el mundo sabe escribir. Si se escribe una carta a la novia, se hace literatura; incluso diré más: cuando se habla o cuando se cuenta una anécdota, se hace literatura, siempre es lo mismo. Por lo tanto, pensar que la literatura es una especialidad, una profesión, es una inexactitud. Todos somos escritores. Hay personas que no han escrito en toda su vida y, de golpe, hacen su obra maestra. Los otros son profesionales, que escriben cuatro libros al año y publican cosas horribles. Un poeta polaco decía: "A veces me sucede que soy poeta". Creo que la frase es acertada y que debiera decir: "A veces me sucede que soy artista". Pero no entiendo qué quiere decir artista o escritor de profesión. El hombre se expresa y lo hace por todos los medios, baila o canta, o pinta o hace literatura. Lo que importa es ser alguien, para expresar lo que uno es, ¿no creen?. Pero la profesión de escritor, no, no existe... Hoy, las cosas se han complicado falsamente, es un intelectualismo para mí de poca calidad, que busca las cosas, las paradojas, las novedades y todo lo que se quiera, pero que olvida las cosas esenciales. Creo que la literatura debiera volver a su forma de vida de hace, tal vez, cuarenta o cincuenta años, porque todo lo que se ha hecho desde entonces es muy sospechoso y ha dado muy malos resultados.
Cuando me pongo a contar cosas en mis libros, busco los efectos más elementales, cuento sin preocuparme de si estoy en el estructuralismo o en el "nouveau roman", o donde quiera que sea, pero explico las cosas casi en una entera libertad interior. Y esa libertad interior es, para mí, lo más importante (...) Yo he tenido siempre la sensación de que el arte no puede dar dividendos. Un artista que se siente, ante todo, creador de una forma profunda o personal, no puede pretender además unos ingresos; por algo así más bien hay que pagar. Hay un arte por el cual se es pagado, otro por el cual hay que pagar. Y se paga con la salud, con las comodidades, etc. Naturalmente, no sé si soy un artista importante o no, pero de todas formas, en ese sentido, mi vida ha sido más bien ascética...

WITOLD GOMBROWICZ, Autobiografía sucinta. Ed. Anagrama, 1972.