martes, mayo 09, 2006

UBICUIDAD

Borges rara vez se presenta en sus relatos como el que inventa una historia; su función, más bien, consiste siempre en recibirla de otro, en escucharla o leerla, como si el primer paso para contar una historia fuera ser su destinatario. La narración no implica una progenitura sino una especie de adopción providencial y tardía, secundaria, que no sólo se hace cargo de una historia ajena sino que preserva, también, todo lo que en ella delata que es ajena (las huellas de sus autores, las marcas que las circunstancias imprimieron en ella). A lo largo de su obra, Borges nunca deja de volver a esta suerte de escena primordial donde se decide cómo nace una narración (de dónde, en qué marco, en qué circunstancias) y qué clase de figura es la que tiene a su cargo narrarla. Si algo puede decirse del narrador borgeano es que en principio no tiene nada propio. Ni capital de experiencia, ni capacidad de invención, ni poder generativo: nada de lo que suele volver apetecible la imagen de un escritor. A lo sumo tiene cierta ubicuidad, que le permite estar en el lugar y el momento justos para interceptar la trayectoria de una historia y apoderarse de ella. El artista borgeano no es padre ni demiurgo; su épica es más modesta, más astuta, infinitamente más contemporánea: es la épica del transmisor, el propagador, el contrabandista, el que, excluido de la órbita de la propiedad, se aboca a trabajar con lo que hay.

ALAN PAULS, El factor Borges. Ed. Anagrama, 2004.