lunes, mayo 08, 2006

TITANISMO

¿Para qué poetas? Eso llenaba de consternación a Hölderlin. Quien continúa siendo indispensable es el filósofo; a él le toca afianzar a la persona singular en su rango propio, en ese rango que no podrá arrebatarle ningún siglo, tampoco el tremendo que está al llegar con sus amenazas. Cada uno de los siglos tiene su propia forma de ataque -el XVIII, la subordinación, el XIX, la proletarización, el XX, la numerificación. En el próximo la persona singular habrá de decidir si se entrega o no se entrega completamente al titanismo, pese a que participar en él es algo que no sólo entraña peligros, sino que produce fascinación. Resulta especialmente difícil contestar a esa pregunta en unos tiempos en que se ha vuelto absurda la teodicea. Ya están planteándose ciertas cuestiones previas. Lo que las distingue es que no forman parte de los ritos usuales en los Parlamentos y en los Estados y que tampoco pueden ser solventadas por el derecho y ni siquiera por la moral. El anhelo de encontrar un buen maestro es algo que va adquiriendo primacía a medida que lo que puede sacarse de las universidades es cada vez menos, aparte del know how técnico. A un buen maestro acuden en tropel las gentes, aunque resida en el Himalaya.
También en esto hay que hacer una salvedad: la técnica, en especial la técnica de la física y de la biología, ha alcanzado entretanto un nivel que la acerca a la trascendencia. El hombre que considere importante "saber lo que la tierra quiere" hará bien, por tanto, en asomarse a esos sectores. En ellos echará en falta menos cosas que en los pensadores, los cuales están casi siempre inficionados de política; y, además, "no se sale del tema". También hay que prevenir de los historiadores; se envilecen hasta el punto de convertirse en meros peones y cómplices del periodismo.

ERNST JÜNGER, La tijera. Ed. Tusquets, 1997.